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Videojuegos: ¿el nuevo campo de batalla para diversidad e inclusión?
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Videojuegos: ¿el nuevo campo de batalla para diversidad e inclusión?

Inclusión, diversidad y aceptación son tres palabras ampliamente usadas en la sociedad globalizada de hoy, cada una de ellas abogando por las minorías y los habituales discriminados, un amplio grupo que incluye mujeres, gente de color, religiones más allá de la católica, preferencias sexuales atípicas, discapacidades y estereotipos físicos. 

El movimiento que aboga por inclusión y aceptación es uno que va muy ligado al concepto de lo”políticamente correcto”, bajo cuya premisa la gente debe evitar referirse a sus congéneres “diferentes” de forma derogatoria o insultante. Es así como se prefiere el uso de eufemismos como “gente de color” o “contextura gruesa” en lugar de los adjetivos tradicionalmente usados para describir los casos presentados a modo de ejemplo.



Películas, series de televisión y los llamados programas de telerrealidad son escenarios donde se pone en evidencia este movimiento que apuesta a la inclusión en cada uno de sus aspectos, observándose igualmente la tendencia en premiaciones, música y la industria del entretenimiento en general.

Aun cuando en esencia se trata de algo positivo, el tema de la diversidad y la inclusión es uno que tiende a polarizar. Por un lado, la tolerancia es deseable y necesaria para la sana convivencia, pero por otro lado se observa una tendencia a la imposición forzada de algunos de estos grupos, con el resultado de que en ocasiones se tergiversan los escenarios y la esencia misma de la humanidad. Peor aún, a medida que avanza lo “políticamente correcto” aumenta el nivel de sensibilidad de la gente, al punto que la generación actual es llamada “copo de nieve” o “snowflake”.

Ningún escenario resulta más polarizador en este tema de inclusión y diversidad que el de los videojuegos, donde la situación suele irse a los extremos tanto por el lado de jugadores como de desarrolladores de juegos.

El ámbito de los videojuegos de por sí incluye una etiqueta que nunca ha podido superarse del todo: se considera un ambiente machista, dominado tradicionalmente por jugadores masculinos, donde los personajes fuertes son igualmente masculinos y donde los personajes femeninos suelen presentar formas exageradas que van de lo voluptuoso a lo sensual.

Los escenarios y las historias que presentan muchos de los grandes títulos en videojuegos son igualmente de una naturaleza masculina: guerras, batallas, robos, velocidad y un largo etcétera que contribuye a un estereotipo que en la práctica ha sido aprovechado por grupos feministas, pro diversidad y similares para exigir cambios que no siempre con bien recibidos.

A modo de ejemplo de esta realidad está el caso de Battelfield V y la controversia por la inclusión de mujeres soldados en un escenario donde históricamente no sería correcto: la Segunda Guerra Mundial. Cualquiera pensaría que EA, la compañía responsable del título, sería elogiada por estar a tono con la diversidad, pero resulta que sus propios jugadores se han quejado amargamente con el hashtag #NotMyBattlefield. La respuesta de la compañía ha sido un tanto indiferente: si no les gusta, no lo compren.

En el otro lado del espectro está el caso de Kingdom Come: Deliverance, un juego ambientado en la Bohemia medieval y donde se ha criticado la ausencia de gente de color. La respuesta de Daniel Vávra, director creativo de Warhorse Studios, la compañía responsable del título, es tan corta como contundente: no había gente de color en la Europa medieval. Como era de esperarse, se armó tremenda controversia al respecto.

¿Es correcto cambiar la historia para complacer los deseos de grupos que abogan por diversidad e inclusión? Habrá quien diga que los videojuegos no son una representación real o precisa de acontecimientos históricos, pero no es menos cierto que muchos títulos hacen un magnífico trabajo de educación y culturización en ese aspecto. Lo más preocupante es que esta tendencia no se ve solo en videojuegos: en representaciones teatrales y hasta en textos modernos se está viendo la influencia de lo políticamente correcto.

 

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AUTORA

ROCIO DIAZ

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