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La debacle de WeWork
Wework

La debacle de WeWork

¿Mala gestión, malas decisiones o mala coyuntura? Tras muchos meses presentando problemas, WeWork, empresa de cotrabajo que en 2019 estaba valuada en 47 mil millones de dólares, se declaró en bancarrota.

La declaratoria de bancarrota afecta específicamente a los mercados de Estados Unidos y Canadá, y se trata de una protección contra acreedores en lo que la compañía reestructura sus enormes deudas.

Para que se tenga una idea de la situación de WeWork, la compañía registró deudas por 18.65 mil millones de dólares contra 15.06 mil millones de dólares en activos.

¿Cuál fue el problema con WeWork? Muy sencillo: esta compañía forma parte de la élite de los unicornios, startups, usualmente tecnológicas, valuadas por encima de los mil millones de dólares.

Los unicornios siempre son compañías privadas, es decir, no transan en bolsa de valores, y, por lo general, generan pérdidas. WeWork, por ejemplo, nunca generó ganancias.

Unicornios abundan, sobre todo en el ámbito tecnológico, y si bien algunos logran generar ganancias y estabilizarse en el largo plazo, otras nunca llegan ahí, recurriendo en ocasiones a una oferta pública inicial (IPO) para seguir recaudando fondos.

Eso intentó hacer WeWork en 2019, cuando fue valuada en 47 mil millones por Softbank, pero esa IPO nunca llegó a materializarse porque no tardaron en surgir la dudas respecto a la fortaleza financiera y las prácticas internas de la compañía.

WeWork logró debutar en bolsa de valores a través de una empresa de adquisición de propósito especial (SPAC) en 2021, a una valuación considerablemente más baja, pero eso fue un fracaso: en los últimos tiempos estas acciones valían menos de un dólar.

¿Logrará reestructurarse WeWork y volver a echar cabeza? Solo el tiempo dirá

La idea del coworking es buena, pero este fue uno de los negocios impactados por la pandemia, y eso lo sintió WeWork de manera directa. Ahora, al menos, hay un afán de volver a labores de manera presencial, y eso podría ser una esperanza.

Sin embargo, persiste una realidad incómoda en el caso de WeWork y otras startups estelares que, con el tiempo, demostraron ser más una quimera que una realidad, y es la mala costumbre que tienen grandes inversionistas de creer en el poder disruptivo de jóvenes que vienen con ideas tan radicales como diferentes a lo tradicional. En su obnubilación, incluso, facilitan recursos para expansiones que en coasiones son demasiado apresuradas y rápidas.

Lo disruptivo, sobre todo en el ámbito tecnológico, ha ido perdiendo su magia con cada fracaso contabilizado, y eso quizás sea suficiente para deternos a pensar fríamente en por qué las cosas suelen durar años funcionando de una manera preestablecida que pudiera lucir anticuada en ocasiones.

Hoy fue WeWork que se declaró en bancarrota, mañana puede ser otra de las estrellas titilantes de hoy.

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AUTORA

ROCIO DIAZ

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