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¿Realmente nos escucha nuestro teléfono?
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¿Realmente nos escucha nuestro teléfono?

Por años, se ha especulado que nuestros teléfonos escuchan activamente nuestras conversaciones para luego bombardearnos con anuncios y publicaciones relacionadas a nuestros intereses más inmediatos. 

Lo descrito en el párrafo anterior lo hemos experimentado todos en el algún momento, y, de hecho, se ha llegado a acusar a asistentes de voz como Siri y Alexa de ser cómplices en estas escuchas. 

¿Realmente es así como nuestros equipos se enteran de detalles que a veces ni nosotros conocemos de nuestras vidas? No necesariamente. 

El acto de recabar datos personales, de naturaleza íntima, es menos burdo que simplemente escuchar y grabar nuestras conversaciones e interacciones a lo largo del día. Al final de la jornada, el trabajo fuerte lo hacen las cookies y las aplicaciones a las que damos permisos que a veces ni conocemos lo que implican en términos de alcance y consecuencias. 

El tema de las cookies es viejo, pero ello no significa que estemos al tanto de lo que hacen estas unidades o que entendemos a cabalidad por qué la Unión Europea les declaró la guerra hace años. 

Cookies 2
¿Quieres cookies para acompañar ese website?

En el universo de cookies, las hay que son funcionales. Estas suelen suelen estar asociadas directamente a los sitios que visitamos y cumplen con la función de, por ejemplo, recordar datos y credenciales para no tener que llenar los campos correspondientes en cada visita. Por otro lado, hay cookies de terceros, y aquí es donde empiezan los problemas que culminan en publicidad dirigida y muy focalizada. 

Las cookies de terceros usualmente implican compañías de marketing, y con este dato es obvio que son pieza clave en el tema de la publicidad aquella, pero esto es solo un elemento en todo el engranaje. El verdadero trabajo pesado es llevado a cabo por  inteligencia artificial y algoritmos, los cuales se encargan de clasificar y analizar toda la información recaudada para identificar patrones y oportunidades. 

En pocas palabras, sí, los teléfonos nos “escuchan”, pero no es que tienen oídos integrados, sino que con todo el input que le damos a lo largo del día entran una serie de jugadores claves a sacar provecho a eso, y vaya si lo hacen de una manera eficiente. 

Combatir este fenómeno no es fácil, pues implicaría prácticamente rechazar la modernidad e hiperconectividad que caracteriza a la sociedad de hoy. Sin embargo, hay cosas que podemos hacer para reducir el nivel de intrusión, y una de esas es ser más selectivos con los permisos que otorgamos. 

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AUTORA

ROCIO DIAZ

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