En todo el rato que se lleva hablando de 5G, tal parece que el conflicto y la controversia nunca están muy lejos.
El primer indicio de un dilema que no parece tener fin vino por el lado de la nomenclatura y la definición de lo que es el estándar 5G como tal: compañías muy vivas se agarraron de este desarrollo para ofrecer supuestas evoluciones de 4G que no pasaban de ser mejoras marginales, agravando las cosas el hecho de que las mercadeaban bajo el influjo del venidero 5G.
Luego está el hecho de que 5G se vendió como una suerte de octava maravilla para las telecomunicaciones, nunca haciéndose el aclarando de que la Internet de las Cosas (IoT) y los equipos “inteligentes” con los que convivimos en el día a día serían los verdaderos beneficiados.
Para usuarios que esperan una conectividad superrápida al activar 5G, la decepción a menudo no tarda en llegar. Ese es el poder del marketing.
Quizás lo peor es que en torno a 5G se han tejido muchos mitos y conjeturas respecto a potenciales daños a la salud, el medioambiente y la cotidianidad misma, sin que haya un consenso real al respecto.
El primer punto de objeción respecto a 5G es la enorme cantidad de antenas y estaciones base que implica su despliegue. La idea de que estos elementos puedan afectar la salud colectiva a varios niveles ha provocado serios enfrentamientos entre médicos, políticos y la sociedad en general en diversos países, con Estados Unidos y varias naciones europeas a la cabeza.
Asimismo, ha dado pie a teorías de conspiración, siendo una de las más notables aquella que indica que esta tecnología es la causante de la pandemia por COVID-19.
Bajo este premisa, ciudadanos en Europa llegaron a derribar torres celulares. Peor aún, influencers, celebridadeds y gente de todo tipo empezó a hacer denuncias públicas en torno a los peligros del nuevo estándar, lo que a su vez propició una batida contra las fake news y la desinformación en torno al virus.
Ahora, cuando las cosas en torno a 5G parecían estar en relativa calma, sale el bombazo de las aerolíneas estadounidenses respecto a los riesgos que representaría 5G para la aviación comercial.
La advertencia que hacen estas aerolíneas tiene que ver con la activación en Estados Unidos de un nuevo servicio 5G que hace uso de las frecuencias 3.7 a 3.98 GHz en la denominada Banda C del espectro electromagnético.
El rango total de la Banda C va de 3.7 a 4.2 GHz, y si bien había estado reservado mayormente a grandes satélites de televisión, en marzo de 2020 la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos (FCC) flexibilizó su uso para incluir, entre otras cosas, 5G. Esto permitió a compañías como AT&T y Verizon hacer una inversión multimillonaria en esas licencias.
¿Qué tiene que ver esto con aviación? Da la casualidad de que en la Banda C también funcionan los altímetros que miden la distancia entre el suelo y la parte baja de la aeronave a la hora de aterrizar. Estos aparatos son particularmente útiles en condiciones de baja visibilidad, como es el caso de nieve, neblina o lluvia.
Se advierte que los transmisores 5G en la Banda C podrían interferir con los altímetros, y es por eso que se habla de una potencial catástrofe en la industria de la aviación, con consecuencias no solo para viajeros, sino para transporte de carga aérea y hasta para helicópteros de rescate y servicios médicos.
La Banda C resulta particularmente atractiva para compañías de telecomunicaciones porque esas frecuencias ofrecen una combinación de alta velocidad y cobertura relativamente amplia.
¿Qué pasará entonces? Tras haberse pedido una postergación de dos semanas a principios de enero, Verizon y AT&T se preparan para activar este 19 de enero su servicio 5G en frecuencias banda C en varias ciudades de Estados Unidos.
Hace unas horas, estas compañías acordaron postergar el despliegue del nuevo servicio en las cercanías de algunos aeropuertos, pero se sabe que no accederán a esas portergaciones indefinidamente, por tanto queda la pregunta en el aire de qué pasará cuando todos los transmisores se activen.
¿Es 5G el enemigo? De momento, este estándar parecer ser mucho más conflictivo que los anteriores, sin que haya un consenso balanceado respecto a sus beneficios y desventajas. Solo nos queda esperar a ver cómo evolucionan las cosas.
