Cualquiera que haya visto la película Trascendence, que haya leído acerca de la singularidad o haya atendido uno de los tantos seminarios TED sobre el tema sabe que científicos por años han jugado con la idea de preservar la esencia humana más allá de la muerte. ¿Es posible esto?
Los escenarios son futuristas y poco halagüeños para quienes temen a un futuro dominado por robots y androides capaces de controlar y hasta aniquilar a la humanidad. Todavía falta un largo trecho para llegar a ese nivel, pero, a simple vista al menos, se están dando los pasos en esa dirección.
Estamos en la etapa en que se habla de mejorar y complementar las funciones biológicas naturales del cuerpo humano con ayuda de nanobots que facilitarán el aprendizaje y aumentarán considerablemente nuestra capacidad de memoria, a la vez que mantienen el funcionamiento del cuerpo y sus órganos en óptimas condiciones. En la práctica existen trajes robóticos, mejor conocidos como exoesqueletos, diseñados para dar una fortaleza al cuerpo que se va perdiendo a medida que la gente envejece o se enferma.
¿Cuál es el objetivo de todo esto? Algunos hablan de mejorar la calidad de vida y preparar a una población cada vez más envejeciente y sin suficiente relevo generacional (en Asia, al menos, y en partes de Europa) para que sea autosuficiente y sufra menos los embates de la vejez. Otros apuestan a una existencia infinita, aún cuando sea fuera del cuerpo físico y se cuente con ayuda de robots e inteligencia artificial para los fines, algo así como un Robocop, pero sin cara humana, solo cerebro.
Central a todos estos avances y propuestas es el cerebro humano, el receptor de nuestras memorias, hábitos y comportamientos que nos hacen únicos entre sí. Hay científicos que apuestan a la posibilidad de bajar los contenidos del cerebro a una memoria capaz de cargarse en una computadora o máquina, otros siguen con la clásica idea de congelar el órgano para usos posteriores una vez la ciencia esté lo suficientemente avanzada.
En este segundo grupo se inscribe Humai, una startup que se propone revivir al primer ser humano dentro de los próximos 30 años, aunque sin su cuerpo físico, solo la parte del cerebro, que estará conectada mediante nanotecnología e inteligencia artificial a un cuerpo robótico que será controlado por vía de las ondas cerebrales. Suena simple y complicado a la vez, y eso, a juicio de varios científicos, es un problema.
La tecnología necesaria para que esta propuesta funcione aún no existe, pero además hay que tomar en cuenta el hecho irrefutable de que el cerebro es un órgano sumamente complejo que no trabaja de manera aislada. ¿Será posible que el cerebro se “conecte” a una máquina y empiece a funcionar como siempre lo ha hecho? Esto es poco probable a juicio del consultor de software Michael Maven en entrevista concedida al Huffington Post. De manera similar piensan otros ligados a la industria.
Solo el tiempo dirá si los planes de Humai son factibles o no. De momento no está la tecnología requerida para ello, y aunque ha habido grandes progresos en neurociencia, la cosa no está tan avanzada como para controlar máquinas a control remoto mediante ondas cerebrales. Mientras tanto, ¿qué opinan al respecto, estimados lectores?