En un mundo donde todo se resuelve con una aplicación era cuestión de tiempo hasta que llegara una tan ridícula que pusiera las cosas en perspectiva, y justamente eso ha hecho Pooper, un servicio tan absurdo como las cosas vacuas que se ven a diario en redes sociales.
Conocedores del inglés ya se olerán por donde va una aplicación de nombre tan evidente, y es que la promesa de Pooper es mantener las calles de ciudades y pueblos libres de excrementos de perro al tener a la disposición un ejército de entusiastas que hacen el trabajo armados con fundas biodegradables y un inusitado amor por el ornato.
¿En serio necesitamos un servicio de esta clase? Se supone que dueños de mascotas -especialmente perros, pues a estos hay que darles sus paseos a diario- tienen la obligación de recoger las gracias que dejen a su paso por propiedades públicas como parques, calles y demás. Tal parece que mucha gente no cumple a cabalidad con su contrato, recurriendo las autoridades a la aplicación de multas y otras formas de castigo, aparte de que las quejas llueven en redes sociales y foros públicos.
El asunto del excremento de perros es mundial, tratándose de un fenómeno peor en países donde hay una cantidad considerable de perros realengos merodeando las calles. Pooper fue concebido en Estados Unidos para beneficio de residentes en Nueva York, San Francisco y Los Angeles.
Evidentemente un servicio como Pooper, además de absurdo, refleja un alarmante grado de pereza que parece ser típico de estos tiempos hiperconectados. Para suerte nuestra, sin embargo, todo esto se trata de un proyecto de arte que bajo ninguna circunstancia tiene el objetivo de poner a perfectos extraños en la denigrante tarea de recoger excrementos, aunque no se pone en duda que alguno haya visto la promoción y se haya entusiasmado, como en efecto ocurrió. Después de todo, la gente es capaz de cualquier cosa con tal de ganarse unos cheles de la forma fácil.
Al igual que proyectos peculiares como Blood Lamp o Energy Addicts, Pooper tiene un propósito social a través de su “arte”: resaltar y satirizar lo obsesionados que estamos como sociedad con las aplicaciones. Según sus creadores, Ben Becker y Elliot Glass, cientos de personas se suscribieron en la lista de correo de Pooper, con un alto porcentaje (70%) interesado en hacer el trabajo. Asimismo, según declaraciones a Fast Company, ha habido entre 30,000 y 40,000 visitas al website en los últimos días.
Aparte del elemento sátira, aplicaciones falsas como Pooper demuestran que ideas ligeras y aparentemente absurdas pueden llegar a tener mejores resultados que cosas serias y bien estructuradas. Hay gente que sigue todos los pasos y aún así coge lucha para alcanzar 2,000 visitas en un mes. En contraste vienen dos tipos que con un relajo logran visibilidad en apenas horas o días. Luce injusto, pero así es que funciona el mundo en estos tiempos.