A veces, da la impresión de que las criptomonedas se reproducen como la verdolaga.
Desde la salida de Bitcoin en 2009, son muchas las criptomonedas que andan pululando por ahí, compitiendo por atención.
Entre las más conocidas se cuentan Ether, Dogecoin y Shiba inu, siendo estas dos últimas un caso digno de estudio.
Fuera de estos nombres conocidos nos encontramos con opciones como Litecoin, Monero, Polkadot, Cardano y Solana.
¿En cuál invertir? Hay gente que se lleva de la moda y lo popular al tomar esta decisión, y es así como llegamos hasta Squid token y lo que al final fue un tremendo engaño.
Una de las series más populares en Netflix en la actualidad es Squid Game, una producción coreana donde cinco personajes sin dinero participan en un torneo mortal a cambio de una gran ganancia.
En base a tan emocionante guión, y dada la popularidad de la que goza Squid Game, un grupo anónimo tuvo la brillante idea de sacar una criptomoneda con ese mismo nombre, Squid. La naturaleza rebañera que caracteriza a la humanidad de hoy se activó y… ¡puf! Ya se esfumó.
Squid se presentó como una criptomoneda “play-to-earn”, un modelo donde se juega para ganar criptomonedas. Algo así como gamification aplicado al entorno crypto.
A la gente le gusta jugar, y muestra de ello es que esta criptomoneda llegó a cotizarse en 2,860 dólares el lunes 1 de noviembre. Luego de esta hazaña, y apenas 12 días después de haber debutado, Squid bajó a casi cero en valor y, prácticamente, desapareció.
Después de esto, el website y la documentación de Squid token volaron de la Internet, dejando a mucha gente endeudada y rascándose la cabeza. Mientras tanto, se estima que los fundadores de este engaño recolectaron al menos 3.4 millones de dólares.
Moraleja: nunca se meta en inversiones por moda. Es una pésima idea.