La infraestructura crítica en República Dominicana está bajo una presión creciente. Industrias como manufactura, telecomunicaciones, salud y servicios financieros han sido blanco de ciberataques cada vez más sofisticados y específicos, lo que refleja una tendencia global donde los entornos de tecnología operacional ya no son daño colateral, sino objetivos primarios.
Durante la primera mitad de 2025, el país registró 233.5 millones de intentos de ciberataques, según el Reporte Global de Amenazas 2025 de Fortinet. En paralelo, se detectaron 81 millones de escaneos activos, evidencia de que los atacantes no solo buscan accesos indiscriminados, sino que analizan y rastrean servicios vulnerables con una precisión quirúrgica. A diferencia de campañas masivas del pasado, ahora invierten en reconocimiento y aprovechan herramientas de inteligencia artificial para automatizar desde la intrusión hasta la explotación.
Los grupos de ransomware se han enfocado en las redes de infraestructura crítica, priorizando el secuestro de servicios antes que el robo de datos. Esto tiene un impacto directo en la vida cotidiana: un retraso en la producción, una interrupción en telecomunicaciones o la afectación de servicios financieros pueden traducirse en pérdidas millonarias y en daños sociales difíciles de medir.
La inteligencia artificial, en este escenario, juega un doble papel. De un lado, los atacantes la emplean en campañas de phishing y en el desarrollo de estrategias de ingeniería social a gran velocidad. Del otro, puede ser un aliado para la defensa, ayudando a detectar malware desconocido, priorizar alertas y apoyar a analistas que suelen estar sobrecargados. La diferencia radica en cómo se aplica la tecnología y en qué tan preparados estén los equipos que la gestionan.
El crecimiento del IoT industrial, la expansión del 5G y la adopción de modelos de gestión en la nube amplían aún más la superficie de ataque. Esto obliga a reforzar la seguridad básica, adoptar prácticas de respuesta a incidentes y mantener entrenados a los equipos frente a amenazas como el phishing y los usos maliciosos de la inteligencia artificial. La realidad es que la defensa de la infraestructura crítica ya no puede limitarse a controles tradicionales: requiere visión de conjunto, búsqueda activa de amenazas y la madurez operativa para responder con rapidez.
El reto es mayúsculo. A medida que los atacantes se vuelven más ingeniosos, la protección de los sistemas de los que depende la vida moderna será tan fuerte como la capacidad de anticiparse a ellos. En un entorno donde la digitalización es motor de progreso, la ciberseguridad deja de ser una opción y se convierte en condición mínima de resiliencia nacional.







