Durante todo noviembre, manteniéndose el mismo tono ahora que entramos en diciembre, una pregunta inquietante hizo las rondas entre inversionistas y acaparó numerosos titulares: ¿es la IA una burbuja a punto de estallar?
Responder esta pregunta no es tan sencillo porque implica una mirada de reflexión a la manera en que operan el capitalismo, los mercados y los inversionistas. Dinero mueve dinero, y aun cuando las masas pobres raras veces ven estos beneficios o participan de esta dinámica, es la base fundamental que explica cómo se forma una burbuja.
La economía es una de esas áreas de conocimiento que resultan difíciles de entender por la manera contradictoria en que parecen operar y desempeñarse. Es así como un país puede un buen Producto Interno Bruto y otras métricas macroeconómicas que aparentan saludables y, al mismo tiempo, tener una población que se queja de la carestía de la vida y la falta de oportunidades.
Este escenario se repite a nivel de mercados y tiene todo que ver con el capitalismo y lo que sucede cuando hay un exceso de liquidez ociosa que necesita ser invertida para seguir generando más ganacias y plusvalía. Siempre acechando oportunidades, suele ocurrir que esa liquidez aparentemente sobrante termina alimentando propuestas emergentes que se presentan como oportunidades emocionantes de inversión. El ámbito tecnológico suele estar preñado de tales oportunidades, y es así como llegamos a la situación actual que envuelve a la IA.
Lo que empezó como una tecnología llamativa y deslumbrante se ha convertido hoy en un todos contra todos donde se compite por entrar, mantenerse y dominar. Por supuesto, los inversionistas quieren ser parte de la acción, y es así como estamos presenciando un exceso de startups y de propuestas que van de lo funcional a lo absurdo. Todo esto ocurre al mismo tiempo que compañías ya establecidas como OpenAI y Google se apresuran en sacar al mercado actualizaciones e innovaciones para mantenerse relevantes.
La burbuja es exactamente eso, un exceso de oportunidades de inversión que se vuelven pura especulación hasta que las cosas se salen de control y ocurre el temido estallido. Una vez esto ocurre, muchos quedan enganchados, pero hay un beneficio: el evento sirve de corrector del mercado al poner fin al agiotaje, a las valuaciones absurdas, y sacar del camino aquello que solo hace ruido. En esa versión más honesta del mercado, el consumidor se beneficia de precios más justos, mientras que se abre una verdadera ventana para diversificación de ofertas que en la actualidad, por efecto de la burbuja, no existe.
Desde este punto de vista, sí, la IA es ahora mismo una gran burbuja que puede estallar en cualquier momento, pero las cosas no son tan sencillas como parecen. A Big Tech, según la forma en que se viene manejando este conglomerado, no le interesa que haya tal estallido, y existe la posibilidad de que estén simulando una burbuja y manipulándola a su beneficio. Después de todo, en rio revuelto hay oportunidades igualmente revueltas, y el escenario es propicio para las acciones espurias que ya están a la vista y otras que no.
