Inteligencia. Un concepto normalmente asociado a los seres humanos pero que está presente en animales y plantas por igual, de ahí que sea específicamente nuestra capacidad de raciocinio lo que nos diferencia de otros seres vivos, aunque esta afirmación a veces puede quedar en entredicho con gente que actúa de una forma poco menos que civilizada.
Siendo el caso que la inteligencia requiere de una serie de datos y una capacidad de lógica, análisis y razonamiento, se entiende por qué se trata de una característica tan vital a la sobrevivencia y adaptación no solo de los humanos, sino de cualquier ser vivo en general. La inteligencia es lo que está detrás de cada invento y cada idea, y es algo tan llamativo que desde los inicios de la humanidad misma se ha buscado la forma de replicarla de manera artificial. Esto lo podemos ver en la mitología griega y en historias clásicas como Frankenstein y los libros de Julio Verne, donde se mencionaban cosas fantásticas que hoy son una realidad en su mayoría.
La inteligencia artificial como campo de investigación surgió formalmente en 1956 de la mano de John McCarthy, quien murió el mes pasado, y otros entusiastas que veían en ese campo posibilidades infinitas con máquinas programadas para resolver complejos problemas de palabras y de matemáticas. McCarthy y otros llegaron a proclamar que en un futuro las máquinas serían capaces de hacer cualquier trabajo humano, y en eso no se equivocaron, aunque no sucedió tan rápido como pensaban. Inicialmente la inteligencia artificial resultó algo muy atractivo para los departamentos de defensa de varios países, y no es de extrañar porque esos eran los tiempos de la guerra fría.
A pesar del entusiasmo inicial, la inteligencia artificial no tuvo el despegue que inicialmente se había proyectado, y hubo una época en que los gobiernos, liderados por Estados Unidos, retiraron masivamente su apoyo a ese campo. No solo tardaban en verse los resultados, sino que hubo toda clase de cuestionamientos éticos que todavía persisten junto a temores respecto a la remota posibilidad de que esas máquinas inteligentes terminen por dominar a los humanos. El tema ha sido recurrente en historias de ciencia ficción y en películas.
Si bien estas cuestiones éticas y filosóficas suelen tener mucho eco en Occidente, en países como Japón la cosa es muy distinta. En una sociedad tan tecnológicamente avanzada como la japonesa, donde además hay una realidad demográfica particular donde la población envejeciente sobrepasa por mucho a las generaciones más jóvenes, este asunto de los robots y la inteligencia artificial ha prosperado, con aplicaciones en medicina, asistencia humana, procedimientos industriales, moda y entretenimiento. Hay toda una gama de robots de forma androide que además de ser capaces de correr y caminar pueden agarrar objetos e interactuar con gente. Los hay también que bailan, tocan piano, lavan la cabeza y hasta modelan ropa.
De Japón han salido Paro-Chan, un robot en forma de foca que se usa para fines terapéuticos; ASIMO, desarrollado por Honda para hacer la vida de los humanos más placentera; Aibo, el perro-robot que no ensucia ni provoca alergias; y Repliee Q1, que además de tener un aspecto sumamente realista es capaz de interactuar con humanos. También en Japón se ha trabajado el concepto de armazones robóticos para aumentar la fuerza y potencia de gente debilitada ya sea por edad o enfermedad. Con estos armazones la gente puede caminar con más agilidad e incluso levantar varias veces su propio peso.
La inteligencia artificial puede ser algo fantástico, pero nada le gana a la inteligencia humana ni a la forma de trabajar del cerebro. Prueba de ello es que IBM ha tratado de simular el cerebro humano usando su súpercomputadora Blue Gene, y de momento ha podido completar 4.5 por ciento de tan titánica tarea. Siendo el caso que el cerebro humano consta de más de 20 mil millones de neuronas que hacen sinapsis, no es de extrañar que IBM haya tenido que usar 147,456 procesadores para llegar hasta ahí y que estime en 880 mil la cantidad total que requerirá para completar la simulación, algo que estima logrará en 2019. Mientras tanto, ya IBM ha completado la simulación del cerebro de un gato y de una rata.