La semana pasada sendos reportes en el periódico inglés The Guardian y en el famoso Washington Post alertaron a los estadounidenses y al mundo acerca de una vigilancia que al parecer nadie se estaba esperando: la agencia de seguridad nacional (NSA por sus siglas en inglés) por años ha estado recolectando metadata de llamadas telefónicas, habiéndose identificado de momento a Verizon como uno de proveedores que participa en eso. Para completar el golpe, se reveló por igual la existencia del programa PRISM, que monitorea actividad a nivel de correo electrónico e internet con la anuencia de compañías como Google y Facebook.
Descubierto este secreto, no tardaron en llegar las justificaciones: que se trata de un asunto de seguridad nacional, que de momento va dirigido a nacionales extranjeros en ese país, que se trata de algo útil en la lucha contra el terrorismo, y un largo etcétera. Se trata de un asunto tan delicado y escandaloso que el propio presidente Barack Obama tuvo que dirigirse a la nación con un discurso centrado en cómo la privacidad y la seguridad no siempre van de la mano, necesitándose en ocasiones un sacrificio en ese sentido.
¿Cómo llegó a filtrarse esta información a los medios? La pregunta que todos se hacían fue respondida por el mismo periódico que dio la primera voz de alerta: la fuente es un joven de 29 años llamado Edward Snowden que actualmente está buscando refugio en algún país como Islandia, donde hay una cierta tradición de tolerancia hacia estas cosas. Tratándose de un ex empleado de la CIA el caso toma un giro interesante, pues se sabe cómo son los estadounidenses con el tema de la lealtad hacia sus autoridades y su gente, y precisamente fue por lealtad -pero de otro tipo- que Snowden decidió revelar PRISM al mundo.
Contrario a lo que pudiera esperarse, Snowden no se ha escondido del todo. En esta semana ha dado la cara desde Hong Kong, exponiendo sus razones para convertirse en soplón y, de paso, en una figura de alto riesgo. Aún no se habla de sanciones contra Snowden, pero, en base a casos anteriores (Bradley Manning, por ejemplo), se sabe que no le irá bien. Quizás por eso, y por la magnitud de lo revelado y cómo afecta la privacidad de millones de personas, hay quienes están recaudando fondos para ayudar a Snowden a cubrir sus eventuales gastos legales a través de una campaña en Crowdtilt.
¿Privacidad? Eso es un mito
Vistos estos puntos preliminares sobre el caso, viene la parte relativa al título de esta entrada: la privacidad hace mucho que se perdió, y, más que eso, en nada debería sorprender que Estados Unidos use tecnologías desarrolladas y ejecutadas en su propio país para desplegar una red invasiva de vigilancia sin que nadie se dé cuenta o sospeche al respecto. De igual forma en nada debería sorprender que compañías como Facebook, Apple, Microsoft y Google participen voluntariamente en estos esfuerzos de vigilancia. El tema de la doble moral en Estados Unidos es uno de larga data, debidamente documentado con la ayuda de soplones y otras instancias en las que “accidentalmente” (o a propósito) se revelan secretos que en la mayoría de los casos son vergonzosos.
Como están las cosas hoy, la privacidad es algo con lo que no deberíamos contar. Hay demasiados aparatos en poder de la gente que toman fotos, graban video y capturan audio de manera subrepticia. En cualquier café puede haber alguien grabando la conversación de dos personas en una esquina, mientras que en cualquier oficina alguien puede plantar un micrófono encubierto en un lapicero y grabar todo lo que ocurre allí para después chantajear. Esta es la clase de mundo en que vivimos hoy, y las cosas tan solo empeorarán a medida que aparatos como Google Glass se conviertan en la norma. Para completar, y de paso agravar las cosas, la gente es en su mayoría exhibicionista y se siente en la obligación de compartir absolutamente todo a través de las redes sociales, que no son más que otra forma de exponernos públicamente.
No estoy justificando que las autoridades de Estados Unidos a través de NSA estén monitoreando las llamadas telefónicas, el contenido del correo electrónico y la actividad en general por Internet de la gente que usas esos servicios. Que tiene sus puntos buenos es algo debatible, pues bajo alerta de terrorismo podría ser beneficioso tener acceso a estos récords, pero no siempre es el caso y hay mucha posibilidad de cometer graves errores en todo ello. Más bien, el punto es comprender en qué clase de mundo estamos viviendo y tomar nuestras propias previsiones, ya sean reducir la actividad a nivel de redes sociales, cuidar el lenguaje, dejar a un lado los encuentros virtuales a favor de los físicos o simplemente manejarse con responsabilidad y cautela.
Mientras tanto, en Estados Unidos una coalición de 86 organizaciones, entre las que se cuentan Mozilla y Reddit, piden al Congreso dejar esa vigilancia a través de la campaña “Stop Watching Us“.