En la última entrada hablé acerca de las modelos virtuales que usa H&M para promocionar sus ropas en su website en el sentido de que los cuerpos son generados por computadora, mientras que las cabezas pertenecen a modelos reales. Se trata quizás de uno de los casos más extremos de manipulación digital de fotos para fines comerciales, pero no necesariamente el que más engañoso resulte a los consumidores.
Peor que usar cuerpos generados por computadora es ofertar productos que prometen maravillas tras su uso y de paso presentar una foto manipulada que está supuesta a ser representativa de los resultados que se pueden esperar. Esto último pasa mucho con anuncios de comésticos, ya sean de cremas faciales, maquillaje o soluciones para el acné y las manchas. Estos anuncios casi siempre muestran a una modelo con la piel casi perfecta, sin manchas o arrugas visibles. Hace un tiempo Oil of Olay fue duramente criticada por haber usado una imagen de la legendaria modelo Twiggy, famosa en la década de 1960, en la que aparecía prácticamente sin arrugas. Cierto es que el producto que se anunciaba era una crema antiarrugas, pero la foto usada en la campaña no se corresponde a fotos de Twiggy tomadas al natural y sin retoques.
El resultado de usar esas fotos manipuladas es que la gente que usa esos productos y no obtiene los resultados esperados se decepciona. Cuando esa misma gente se entera de la manipulación que se hace tras bastidores a esas fotos, pues se indigna, y es por eso que en Estados Unidos y Europa se ha estado abogando por la regulación de las fotos que se usan en esas campañas. Por ejemplo, en Reino Unido, donde se han prohibido alguinos anuncios, se ha propuesto que esas fotos de cosméticos y ropa incluyan una etiqueta debajo indicando que han sido retocadas, algo así como el equivalente a esas etiquetas de advertencia que suelen acompañar a los anuncios de cigarrillos y bebidas alcohólicas. La intención es advertir a los lectores de que están viendo fotos que no representan la realidad y por tanto deberán proceder con las precauciones de lugar.
Ya las cosas van más lejos que la inclusión de una simple etiqueta. El pasado viernes la División Nacional de Publicidad (NAD) del Buró de Buenas Prácticas de Negocios de Estados Unidos obligó a sacar un anuncio de Covergirl donde se promocionaba un rímel que promete pestañas dos veces más largas con una sola aplicación. Las pestañas de la modelo del anuncio habían sido digitalmente alteradas para mostrarlas más largas, y es en ese punto que cualquiera se pregunta si es un sueño lo que están vendiendo a la gente. Peor aún, el propio anuncio en su parte inferior informaba de la realidad de esa foto, algo contraproducente pero al mismo tiempo estándar en la industria de la belleza. Procter and Gamble, la casa matriz de Covergirl, prometió retirar el anuncio, pues las decisiones que toma ese organismo cuentan con el respaldo de la Comisión Federal de Comercio.
Este caso tan solo demuestra la creciente tendencia a rechazar imágenes excesivamente retocadas y que resultan engañosas. Así como se borran arugas y se alargan pestañas se borran manchas, se elimina celulitis, se afinan cinturas y hasta se borran manos y brazos, como ya ha sucedido en catálogos de Victoria’s Secret y Ann Taylor.