Todos nos quejamos de la poca duración de la batería de un smartphone, impasse que resolvemos enganchando el aparato en la pared más cercana o bien con fuentes alternativas de recarga que nos sacan momentáneamente del apuro. Todas estas acciones conllevan un uso de energía que es cada vez más intensivo, lo cual representa costos, y que no toma en cuenta el hecho de que estos son recursos limitados que tarde o temprano se agotarán. Una vez lleguemos a este punto, ¿qué vamos a hacer para satisfacer nuestra necesidad de energía? Energy Addicts, proyecto de Naomi Kizhner, explora al ser humano como último recurso en un caso extremo.
Aunque inicialmente la idea del ser humano como fuente de energía pudiera parecer extraña, debe recordarse que el cuerpo humano funciona a base de impulsos eléctricos que se dan a diferentes niveles. No solo eso, cada vez que caminamos, corremos, montamos bicicleta o hacemos cualquier actividad estamos generando energía que en buena teoría puede aprovecharse más adelante, tal como propone Alex Smith en Kickstarter con su cargador Ampy. Lo que presenta Kizhner, sin embargo, es una visión más extremista qué explora hasta donde sería capaz de llegar la gente con tal satisfacer su adicción a la tecnología y el consumo de energía que ello representa.
Energy Addicts implica un conjunto de tres accesorios corporales diseñados para ser colocados directamente sobre las venas de la muñeca, la nuca o el puente de la nariz con la finalidad de generar energía a partir de los movimientos y flujo sanguíneo del usuario. Kizhner, una diseñadora israelí, no pretende poner estas piezas a la venta, sino iniciar un debate respecto a si estaríamos en la disposición de sacrificar nuestros cuerpos con tal de obtener energía, similar a como hizo el británico Mike Thompson en 2009 con su “Blood Lamp”, una bombilla de uso único que usaba sangre humana para activarse.
¿Llegaremos algún día a estos extremos? Aunque parezca una posibilidad remota, no está de más explorar estos escenarios.