¡Oh, la humanidad! Esta célebre frase del cartero Newman en Seinfeld, cuyo origen se remonta a 1937, probablemente fue lo que pensó hitchBOT, un robot viajero que pedía bola en sus recorridos como parte de un experimento social, al ser decapitado en Filadelfia mientras recorría Estados Unidos.
El objetivo de hitchBOT, diseñado por un grupo de investigadores de las universidades canadienses de McMaster y Ryerson, era determinar hasta qué punto un robot -y las máquinas en general- pueden confiar en los humanos. Mientras recorrió Europa, donde llegó a visitar Alemania y Holanda, así como en su lar nativo, Canadá, no hubo problemas. Fue cuando llegó a Filadelfia, conocida como la ciudad del “amor fraternal”, que se acabó el juego. El pobre robot, de aspecto amistoso, terminó decapitado y arrumbado en un callejón.
¿Por qué habría alguien de destruir a un gracioso robot que no está haciendo mal alguno? Podrían inferirse un sinnúmero de posibles motivos: temor ante la desconocido, odio hacia la tecnología impulsado por la idea de que los robots están robando nuestros empleos o simples ganas de hacer daño. Después de todo, es la misma pregunta que nos hacemos cuando enteramos en las noticias de asaltos, robos y asesinatos a cargo de la delincuencia común.
¿Hasta donde podemos confiar en los humanos? Es difícil responder a esta pregunta. En nuestras interacciones diarias con la gente hemos aprendido a no confiar del todo porque hay muchos individuos malintencionados por ahí. Tan acostumbrados estamos a esta idea que solemos celebrar y ver como la excepción cualquier acto bien intencionado de parte de perfectos extraños. La realidad es que hay mucha gente buena, pero lo malo se percibe más, y, tristemente, de tantas malas experiencias que nos pasan directa o indirectamente terminamos desconfiando para evitar sufrimientos innecesarios.
El hitchBOT, que para sus andanzas estaba equipado con GPS, cámara, conectividad 3G y software de reconocimiento de voz para poder comunicarse al pedir bola, probablemente pensó que no había problema en confiar en la gente al tener éxito en su misión durante su estadía en Europa y Canadá. ¿Qué habrá motivado su ataque en Filadelfia? Quizás nunca se sepa, pero es seguro que aunque sea ligeramente cambió su percepción, lo que posiblemente afectaría su comportamiento futuro en caso de volver al experimento.
El equipo responsable de hitchBOT no tiene el interés de someter a los vándalos a la justicia, indicando en el website del robot que prefieren éste sea recordado con alegría. De su parte, el robot lamenta haber sufrido daños, pero dice que vivirá en la memoria de sus amistades. En Filadelfia, donde fue dañado, están recaudando fondos a través de Kickstarter para reponerlo, evidencia de que hay gente buena a pesar de todo.
Al momento de ser decapitado, hithBOT llevaba dos semanas en Estados Unidos, donde había llegado a visitar Nueva York. Sus próximos pasos lo llevarían a California, lo cual de momento no será posible. Esta historia es posible que de un poco de risa, pero no deja de reflejar los peligros de una sociedad que por razones muy diversas, entre ellas pobreza, marginalidad y falta de oportunidades, no lo piensa dos veces para atacar y hacer daños.