Vivimos tiempos donde para todo hay una aplicación disponible, ya sea para comprar, reservar hoteles, solicitar transporte o hacer citas médicas.
Esta facilidad de resolver cualquier cosa con solo un par de clics, sin importar la hora y sin necesidad de dirigirse físicamente hacia un lugar, es una gran ventaja cuando estamos constantemente contra el reloj, siendo esta una de las principales característica de la sociedad moderna y tecnológica en que actualmente vivimos.
La necesidad de maximizar cada minuto del día ha llevado igualmente al surgimiento de nuevos modelos de negocios que se caracterizan no solo por la facilidad de una aplicación, sino por ofrecer todo a la medida y justo en el momento en que se solicita, siendo buenos ejemplos de ello Uber y Netflix, dos compañías que en sus respectivos mercados han probado ser más que disruptivas.
La disrupción, aun cuando promueve creatividad y abre nuevas oportunidades de negocios y empleos, no siempre es un éxito a largo plazo. En el caso de la “nueva economía digital”, si algo caracteriza al modelo de negocios de compañías como Uber es que, aun con la fama y los prospectos que tienen, no hay todavía ganancias reales, de ahí que a muchas se les conoce como “unicornios”.
En parte el atractivo de estas compañías derivadas de la economía digital es una estructura simple donde no hay personal fijo y por ende los gastos por ese concepto son muy bajos o simplemente inexistentes. Cualquiera que tenga conocimientos de administración de empresas y de negocios reconoce que esto es una gran ventaja, pero las cosas no son tan simples como pudieran parecer.
Desde hace meses, coincidiendo incluso con su salida a bolsa, conductores al servicio de Uber protestan en demanda de mejores condiciones laborales. En su condición de personal contratado, estas personas no tienen un sueldo fijo, no tienen seguro ni tienen otras facilidades que se asumen como parte de un paquete de trabajo.
Tras 10 años de existencia, y sobre todo después de salir a bolsa con números fabulosos, el reclamo simplemente se ha redoblado, llegando a promulgarse en California una llamada ley de “gig economy”, un término que hace referencia a ese tipo de trabajos temporales, sin ataduras o beneficios laborales, que tanto abunda como consecuencia de la nueva economía digital y las facilidades propias de las aplicaciones, las redes sociales y la Internet como tal.
Uber, tratando de evitar colocar a esos conductores como personal fijo, pues la realidad es que no pueden asumirlo dada su condición de unicornio, ha introducido una serie de cambios en California que busca justificar el apelativo de “personal contratado” para esos conductores. Es así como ahora les permiten fijar los precios de los servicios, con la posibilidad de cobrar hasta cinco veces más de la tarifa que aplicaría Uber. Se les da asimismo libertad de cancelar viajes sin penalidad alguna. Del lado del usuario del servicio, estos ahora pueden solicitar conductores específicos para su viajes.
Las novedades de Uber, que pronto podrían llegar a Nueva York si se aprueba una legislación similar en ese estado, están siendo probadas en unidades que operan desde los aeropuertos de Sacramento, Santa Bárbara y Palm Springs. El objetivo es ver como reaccionan los usuarios y ver el impacto a través del tiempo.
La queja de conductores Uber es lo poco que generan de ingreso aun cuando pasan el día dando el servicio a bordo de su propio vehículo. Esta historia, con otros elementos, se repite a lo largo de la Internet y sus recursos digitales, siendo YouTube otro ejemplo a tomar en cuenta, pues hay quienes se hacen la idea de que sacar provecho monetario a la plataforma es fácil y la realidad es que se hace cada vez más difícil.
¿Qué pasará? La gig economy seguirá su curso, pero la cantidad de gente que está convencida de que unicornios como Uber hacen un daño va en aumento. El mercado es experto en corregirse en su curso, por tanto, esto es lo que podemos esperar.
La gig economy no es algo nuevo, es de hecho algo que ha existido siempre, pero ahora hay una tendencia hacia su normalización por vía de las facilidades digitales, y eso es algo que preocupa a analistas y expertos en economía.