Todos queremos servicios gratis, pero a la vez no queremos anuncios. En gran medida esto resume el dilema que representan los anuncios en la era digital, a menudo el elemento que hace posible que disfrutemos de toda clase de servicios online sin costo alguno.
Desde la década de 1990, cuando arrancaba la internet como medio de consumo de información, noticias y demás, los anuncios han sido una constante en la web, desde estridentes banners con animaciones difíciles de obviar hasta los infames pop-up que muchas veces traían consigo algún virus o programa no deseado. Las redes sociales, si bien inicialmente estaban libres del fenómeno, ya no escapan a la avalancha de anuncios, lo mismo que las aplicaciones para móviles.
Pese a que es evidente la relación anuncios-servicios gratuitos, es mucha la gente que se pregunta por qué tenemos que vivir constantemente bombardeados por publicidad. La paradoja es que son estas mismas personas las que prefieren la versión gratuita de cualquier cosa antes que pagar un par de dólares al mes (o al año, todo depende) por la versión premium, que por lo general ofrece como única ventaja una experiencia libre de anuncios.
¿Qué tanto odia el usuario promedio los anuncios? Nada más hay que fijarse en la reacción en cadena que se desata en redes sociales cada vez que se informa que X sitio o servicio empezará a servir anuncios a su público. Hay gente que llega incluso al extremo de cerrar su cuenta, una decisión que hasta cierto punto es injusta porque se olvida mucha veces que vivimos en un sistema capitalista que exige dinero para cubrir gastos y demás.
Los anuncios son la fuente de ingresos por excelencia para la nueva camada de servicios on demand y digitales que tan comunes nos resultan al día de hoy, y eso en sí no es una defensa al modelo, sino la realidad de cómo funcionan las cosas. Por eso cuando Apple permitió la entrada de bloqueadores de anuncios en iOS 9 hubo una controversia que resultó en la retirada de uno de esos productos: sí, bloquear anuncios es un derecho de la gente y es beneficioso a varios niveles, pero a la vez perjudica a toda una industria y podría poner en peligro uno de los principales atractivos de servicios basados en la web y online.
¿Por qué hay tanta aversión hacia los anuncios? Aparte de que algunas veces resultan incómodos porque abarcan toda la pantalla y surgen en el momento menos indicado, hay casos en los que consumen batería y ponen lenta la navegación. Esos son puntos que la industria de la publicidad se ha planteado revisar para ajustar sus lineamientos y así ofrecer una experiencia más agradable al público. En lo que se resuelve el caso, el tema de los bloqueadores de anuncios continúa.
El caso más reciente involucra a Google y una aplicación, Adblock Fast, diseñada exclusivamente para bloquear anuncios directamente en el browser de equipos Samsung. Pese a contar con el aval del fabricante coreano, la Play Store sacó la aplicación de circulación este miércoles, apenas dos días después de haber hecho su debut. ¿La causa? Según Google, violación a sus reglas por interferir en servicios de terceros (el browser en este caso), pero, siendo el caso que hubo 50,000 descargas en dos días, pudiera ser una defensa preventiva.
¿Aceptaremos algún día los anuncios como algo innato al modelo capitalista o terminaremos por bloquearlos todos para así acabar con una industria que lleva décadas de existencia? ¿Es tan malo recibir publicidad? ¿Hay algún punto intermedio? Solo el tiempo se encargará de responder cada una de estas preguntas. Mientras tanto, dejen su opinión en la sección de comentarios.