Ah, las bacterias. A nadie le gustan por tratarse en ocasiones de agentes causantes de enfermedades, pero la realidad es que convivimos con millones de bacterias, algunas letales, otras inofensivas, y casi todas funcionales dentro de su hábitat. Hay bacterias que cumplen con la importante función de oxigenar el agua, otras participan activamente en el reciclaje y conversión de elementos, y algunas son muy útiles en el tratamiento de aguas residuales.
Desde hace algún tiempo se viene estudiando la posibilidad de generar energía a partir de bacterias, y a tal efecto se han construido celdas de combustible microbianas, diseñadas para sacar provecho a las características de ciertas bacterias que han probado ser una posible fuente de energía. Aunque pudiera parecer una idea de fuera de este mundo, científicos de la Universidad de Newcastle, Reino Unido, han concluido recientemente que de todas las bacterias estudiadas con esa finalidad las más prometedoras son unas llamadas Bacillus stratosphericus, que, como su nombre indica, se encuentran normalmente en la estratósfera, 20 millas por encima del planeta Tierra.
Los científicos de Newcastle llegaron a esa conclusión al estudiar 75 tipos de bacterias distintas que habían sido aisladas de muestras tomadas del río Wear, en County Durham, Reino Unido, y aplicarlas una a una en las mencionadas celdas para ver su reacción. ¿Y cómo llegaron esas bacterias estratosféricas hasta la Tierra? Sencillo: se trata de un asunto de ciclos atmosféricos, lo que sugiere que no se trata de nada raro ni de intervención extraterrestre ni ninguna otra cosa que suene a ciencia ficción.
En sus experimentos, los cuales han sido publicados esta semana en la Revista de Ciencia Medioambiental y Tecnología de la Sociedad Americana de Química, el equipo de Newcastle notó que las bacterias estratosféricas tienen el potencial de generar el doble de energía que las demás.
Al introducirse a las celdas de combustible microbianas, los microorganismos producen dióxido de carbono, protones y electrones. Los electrones a su vez generan ánodos de carga negativa, mientras que los protones generan cátodos de carga positiva, y listo, ahí se genera energía. En el caso de las bacterias estratosféricas, estas produjeron 200 vatios por metro cúbico, lo suficiente como para encender un bombillo. Las otras tuvieron una producción de 105 vatios por metro cúbico.
Los científicos de Newcastle ven en estas bacterias una posible solución al problema energético en países del tercer mundo. La pregunta es cuanto tiempo falta para que sea una solución realmente factible, y ver sobre todo qué intereses se interponen.