La humanidad va camino a un futuro androide donde el organismo se combina con tecnología para potenciar ciertas capacidades y habilidades, con posibilidad de trascendencia más allá de la muerte.
El tema, controversial y futurista a partes iguales, es uno que causa temor a una vasta mayoría de personas al depender mayormente de una fusión íntima del cuerpo y la tecnología a través de implantes que a simple vista no se notarían pero que tienen la capacidad de afectar profundamente la interacción de la persona con su entorno.
Ejemplos de esta fusión se han visto por el lado de la nanotecnología y aplicaciones en medicina que plantean el desarrollo de una cápsula inteligente capaz de liberar medicinas de manera puntual y eficiente o de mecanismos similares que harían una exploración interna más efectiva y menos invasiva de lo que es posible en la actualidad.
Una aplicación como la descrita en el párrafo anterior sería un avance positivo y hasta deseable, pero en este asunto hay desarrollos y propuestas cuya permanencia en el organismo no solo sería definitiva, sino que además tiene el potencial de modificar y hasta cambiar permanentemente ciertas funciones del mismo.
Un ejemplo sencillo y preliminar de tales modificaciones son los implantes de chips RFID (radiofrecuencias) que van en aumento en sociedades como la sueca, donde estos son aprovechados para múltiples funciones, desde acceso y pago de transporte en el metro hasta controles de entrada en la oficina. La tecnología, que muchos creyentes religiosos comparan con la “marca de la bestia” de la que por años se ha hablado, es una que tiene el potencial igualmente de rastrear y controlar a la gente como tal, por eso resulta tan controversial.
Implantes en el cuerpo humano pueden servir diferentes propósitos. Es famoso el caso de la artista española Moon Ribas, quien de manera voluntaria se hizo uno para sentir cada terremoto y temblor de tierra que suceda en el mundo. Recientemente, tras siete años de actividad, se lo retiró.
La tendencia que se describe en este artículo ha dado lugar a un movimiento y una comunidad que se conocen como “Grinders”. El principio activo es el biohacking, literalmente un hackeo de la biología humana mediante el desarrollo de implantes y dispositivos que se integran al organismo humano. Quienes participan en estas comunidades son entusiastas de la tecnología a nivel personal que aúnan esfuerzos para lograr sus objetivos, muchas veces inspirados por películas y obras de corte futurista.
Aparte de implantes RFID para prescindir de pases, tarjetas y hasta de documentación personal, ¿qué más puede lograrse por vía de biohacking? Un ejemplo es la mejor respuesta: hace unas semanas el colectivo de biohackers Four Thieves Vinegar logró desarrollar un dispositivo para transferir y almacenar data de manera inalámbrica en humanos. El mismo consiste en un disco duro capaz de formar una red recubierto por una resina. Este está impulsado por batería e integra una tarjeta microSD para fines de almacenamiento.
Si esta idea fuera a ganar popularidad, los integrantes del colectivo ven la posibilidad de un futuro donde se podría prescindir de la Internet, pues la gente haría las veces de computadora ambulante. Por vía de la interacción se crearían conexiones de malla que permitirían el libre intercambio de datos sin necesidad de cables o dispositivos externos.
¿Se imaginan una sociedad así? El rumbo que van tomando las cosas indica que no sería algo imposible o inusual dentro de algunos años.