No caben dudas de que estamos viviendo una etapa de extravagancias, donde la tecnología, lo funcional y lo artístico se fusionan de tal manera que es difícil establecer límites o diferencias.
En esta semana que finaliza hemos visto el concepto del perfume tragable, la visión de una artista del cuerpo humano que se vale de los conocimientos de un biólogo sintético para hacer realidad su proyecto. Hemos visto también el café en aerosol, parte de un movimiento de comidas en vapor que está siendo promovido por David Edwards, profesor de ciencia aplicada en Harvard, quien considera que aspirar las comidas es una tendencia natural de los humanos.
La última extravagancia relacionada a las comidas tiene que ver con acabados brillantes, algo así como colorante en spray para comidas, un aditamento que no aporta nada al sabor y que supuestamente es inocuo.
Se trata de una innovación de The Deli Garage, una compañía alemana especializada en comidas creativas, y se trata efectivamente de colorante en spray hecho a base de alcohol etílico, saborizantes (a pesar de no tener sabor) y aditivos que está disponible en cuatro colores: dorado, plateado, rojo y azul.
Cada lata, con 100 mililitros de contenido, se vende en aproximadamente 35 dólares, y de momento sólo está disponible en Europa. Ahora, la pregunta obligada: ¿cuál es el punto de pintar la comida? No creo que un salmón pintado de azul sea algo apetitoso, lo mismo que camarones dorados o chuletas rojas. En comidas, lo mismo que en decoración y modas, menos es más.
