¿Alguna vez te has puesto a pensar en cómo sería la ciudad ideal? Este ejercicio creativo usualmente se enfoca en los problemas que día tras día trastornan el bienestar del ciudadano, desde tapones frecuentes en el tránsito hasta basura acumulada por una mala gestión del ayuntamiento y por la falta de educación generalizada de la ciudadanía.
Para nadie es secreto que ambas situaciones mencionadas más arriba interrumpen la fluidez de las actividades, reducen la calidad de vida al contaminar el aire y otros recursos y, peor aún, impactan negativamente sobre la productividad colectiva de toda una sociedad. Si a esto añadimos aceras en mal estado, problemas en el suministro de servicios básicos, falta de áreas de esparcimiento e infraestructuras en mal estado tenemos entonces la receta para una ciudadanía permanentemente en desasosiego y de mal humor.
Remediar los males que afectan a cualquier ciudad promedio del mundo es una tarea que implica la voluntad tanto de las autoridades como del ciudadano a nivel individual, pues lo cierto es que ambos actores tienen derechos y deberes a partes iguales.
Esto, como se observa en la práctica, no es tarea fácil, pero la tecnología, como ocurre en muchas otras instancias, puede jugar un importante rol en la consecución de resultados positivos y duraderos en el largo plazo. Es en este punto donde entra en juego el término “ciudad inteligente”, un concepto que se menciona con cada vez mayor frecuencia en la medida en que se logran avances en conectividad, robótica e inteligencia artificial.
El concepto de “ciudad inteligente” es uno que depende en gran medida del despliegue de soluciones IoT (Internet de las Cosas), y desde ahí resulta evidente la forma en que la tecnología puede efectivamente transformar ciudades caóticas en ciudades organizadas, fluidas y con mejores oportunidades para sus ciudadanos.
IoT implica el uso extensivo de sensores y conexiones inalámbricas que permiten a los diferentes elementos involucrados comunicarse entre sí oportunamente para avisar de potenciales fallos, advertir eventos extraordinarios y llevar monitoreos y estadísticas que de paso ofrecen una oportunidad a las autoridades responsables de actuar oportunamente para evitar situaciones o bien aplicar medidas y correctivos que mantengan el flujo y el orden aún en situaciones extraordinarias.
Hay un elemento clave, pero silente, en todo este asunto de IoT: data, pero no basta con solo recolectarla, pues en realidad cualquiera puede hacer esto. El verdadero punto de toda esa data que se obtiene del día a día de una ciudad es analizarla e interpretarla de una forma que permita evaluar la situación, divisar estrategias, hacer cambios con un mínimo de interrupción y planificar hacia el futuro.
La tecnología no solo puede ser un gran aliado en cuestiones de organizar una ciudad y hasta de mejorar la calidad de vida del ciudadano promedio, sino que incide directamente en un tema de sostenibilidad que más que una moda es una necesidad de cara al cambio climático que vivimos y que a mediano y largo plazo traerá consecuencias que en muchos casos resultarán insospechadas.
El poder de la data es impresionante, más de lo podríamos pensar e imaginar, pero para sacarle provecho es importante interpretarla y analizarla correctamente. Conoce más del tema en el video que acompaña esta entrada, en el cual Erick Barahona, de Nokia, nos explica brevemente el concepto con énfasis en las soluciones IoT que ofrece la compañía para manejo de dispositivos, protocolos, aplicaciones y más a nivel empresarial y gubernamental.