Anuncios. Donde quiera que miramos, ahí están: al caminar por las calles, al ver televisión, al hojear una revista y al navegar por la web. Es más, hasta al escuchar radio nos vemos expuestos a un recurso que a la vez que es odiado por muchos es necesario para el sostenimiento de las empresas en el tiempo.
A la par con los avances en tecnología, sobre todo en lo que respecta a reconocimiento sensorial e inteligencia artificial, la publicidad ha ido evolucionando, con efectos sobre todas sus formas: anuncios, infomerciales, promociones y demás variantes.
De un tiempo a esta parte es común entrar a Facebook y toparnos con anuncios que coinciden con aquello que hace unos minutos buscábamos en Google. El fenómeno, cuidadosamente orquestado en base a la información que diariamente suministramos a estos servicios sin siquiera darnos cuenta, se repite en la mayoría de páginas y recursos que visitamos en la web, ya sea a través del móvil o el desktop.
Hay gente que no se siente a gusto con este fenómeno por entender que se trata de una intromisión y violación a la privacidad. Otros le ven sentido y hasta agradecen estas formas de publicidad “a la medida” por entender que les pueden sacar algún provecho, llegando incluso a facilitar la resolución de situaciones particulares.
Si te cuentas entre quienes rechazan esta forma nueva de anuncios personalizados, prepárate para lo que viene: el fenómeno ya no se limita únicamente a la web, sino que por vía de tecnologías de reconocimiento sensorial -por falta de una mejor palabra- ya llegó a las calles.
Hace algunas semanas volvió a encenderse en Londres una mega pantalla conocida como Piccadilly Lights y que está ubicada justamente en Piccadilly Circus, área de gran tráfico peatonal y vehicular, aparte de ser uno de los puntos de referencia más famosos de la ciudad. Se estima que 100 millones de personas cruzan a diario por ahí.
Las mega pantallas por su cuenta no son una novedad: llevan años en uso. Sin embargo, esta tiene algunos elementos que la hacen especial. De entrada, con un tamaño de 790 pies cuadrados, se considera la más grande en su categoría en toda Europa. Si esto es impresionante, más lo es el hecho de que cuenta con 11 millones de píxeles, cada uno separado por una distancia de 8 milímetros, que reproducen 291 billones de colores.
La cantidad de colores que reproduce Piccadilly Lights es asombrosa, pero lo verdaderamente especial es que la pantalla está habilitada con una serie de cámaras ocultas que captan el color y modelo de los vehículos que por ahí pasan, así como la edad, género y hasta los sentimientos (a un nivel básico de felicidad, tristeza y demás) de los transeúntes, con la finalidad de presentar anuncios adaptados al público allí presente.
En pocas palabras, Piccadilly Lights, en conjunto con las empresas que por ahí se anuncian, sirve una publicidad que se nutre de su público para fines de composición. La experiencia Google (o Facebook, o cualquier otra) llevada al mundo físico en tiempo real.
¿Les gusta esta idea, o por el contrario les aterra? Si les sirve de consuelo, el operador de Piccadilly Lights asegura el sistema no guarda información alguna. De todas formas, dejen su opinión en la sección de comentarios.