La inteligencia artificial baila en todas partes, pero ¿realmente sabemos usarla y aprovecharla?
La realidad del caso es que, tal como ha ocurrido con otros desarrollos de impacto, muy poca gente tiene un entendimiento comprensivo de lo que es la inteligencia artificial, el potencial que encierra y la forma en que ya está transformando al mundo.
Con la finalidad de no repetir la brecha digital que aún no ha cerrado en lo que respecta a uso y acceso a la Internet, Sundar Pichai, CEO de Google, anunció el pasado sábado a propósito de la Cumbre del Futuro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) un fondo global de 120 millones de dólares para educar en inteligencia artificial.
El objetivo de este fondo es poner a la disposición de comunidades en todo el mundo programas de educación y entrenamiento en inteligencia artificial que operarían de manera conjunta con organizaciones sin fines de lucro y organizaciones no gubernamentales (ONGs).
Al presentar el fondo, Pichai hizo énfasis en 4 grandes oportunidades que pueden derivar de la IA y que van alineadas a un desarrollo sostenible:
1. Ayudar a la gente a tener acceso a información en su propio idioma
2. Acelerar descubrimientos científicos
3. Proveer alertas y rastreo de desastres climáticos
4. Impulsar el progreso económico
Por supuesto, hay retos asociados al imparable avance de la inteligencia artificial, desde su potencial abuso hasta la neutralización de la inteligencia humana si nos volvemos muy vagos, pero algo que raras veces se menciona es su impacto a nivel medioambiental.
El mayor impacto del desarrollo de la inteligencia artificial en cuestiones medioambientales deriva del impresionante consumo energético, el cual es también elevado a nivel de usuario cuando se compara a servicios o aplicaciones que no están basados en esta tecnología.
Este es uno de los retos que enfrenta la industria que impulsa el desarrollo y adopción de la inteligencia artificial, siendo esta la motivación de la startup suiza FinalSpark para presentar su propuesta de biocomputación para el impulso de esta tecnología.
FinalSpark es la compañía que meses atrás acaparó titulares tras conectar 16 mini cerebros humanos (conocidos como organoides en la comunidad científica) para demostrar la efectividad de la biocomputación como alternativa de bajo consumo energético para desarrollos como la inteligencia artificial.
Para que se tenga una idea de la realidad energética en torno a este desarrollo, se calcula que para 2030 la industria de la inteligencia artificial consumirá alrededor de 3.5 por ciento de la electricidad global, lo que traduce en una considerable huella de carbono.
