Se sabe que la privacidad en el contexto de las redes sociales y la web 2.0 es una utopía porque todo lo que hacemos por esta vía queda permanentemente registrado, y eso incluye contenidos que hemos borrado y limpiezas al historial de búsquedas y sitios visitados. No importa que se emprendan estas acciones, la evidencia queda por ahí, oculta a gente sin conocimientos profundos, pero disponible a quienes la sepan buscar.
Quizás porque la privacidad efectivamente ha ido diluyéndose poco a poco hasta ser prácticamente inexistente es que vienen compañías como Google, que ofrece una enorme cantidad de servicios basados en web, la mayoría de ellos gratuitos, y cambian las reglas del juego, sin tomar en cuenta las implicaciones o consecuencias. Ya pasó una vez con Google Buzz, el primer intento social de la compañía, un producto que nunca fue del total agrado de los usuarios porque cometió un desliz imperdonable al principio: reveló al mundo los contactos más frecuentes de los usuarios de Gmail, y esa es información que se supone es sensible.
Como muchos de ustedes saben, Buzz ya no existe. Fue eliminado este año luego de que la compañía traspasara sus esfuerzos sociales hacia Google +, que de momento tiene 90 millones de usuarios, según se ha reportado. El tema de la privacidad, que nunca ha estado del todo quieto desde que se denunciara que los teléfonos Android almacenaban información respecto a la ubicación de sus usuarios, ha vuelto a la palestra después de que Google anunciara que a partir del 1º de marzo entrará en vigencia una nueva forma de manejar la información a través de sus varios productos, lo que implica de paso una nueva política de privacidad.
Según lo anunciado, a partir del 1º de marzo, todas las búsquedas y acciones que una persona haga a través de Google Search, Gmail, Youtube, Picasa, Maps, Google + y demás servicios se verá reflejado en la forma de resultados más personalizados y anuncios específicamente dirigidos al usuario en base a sus intereses. Así, por ejemplo, una búsqueda acerca de Nueva Zelanda probablemente genere anuncios sobre ofertas de turismo y en la próxima visita a Youtube probablemente se destaquen videos sobre ese país.
A primera vista no parece una mala idea, pero, como siempre, está la cuestión de la privacidad por el medio. Las implicaciones son evidentes, y aunque Google insiste en que hace esto para integrar mejor sus servicios y de paso reducir toda la palabrería legal que suele acompañar a las políticas de privacidad, las críticas no se han hecho esperar. Bajo el nuevo esquema, todo lo que una persona conectada a los servicios de Google haga por ahí quedará permanentemente asociado a su nombre, y eso en algunas ocasiones pudiera traer problemas. Se habla además de que es una forma de la compañía aumentar sus ganancias por concepto de publicidad, algo que realmente no es tan sorprendente.
Aunque no lo queramos así, hay un valor intrínseco asociado a toda esa información que vamos dejando en internet cuando hacemos búsquedas, hacemos compras e interactuamos con otros a través de las redes sociales. Se trata de información que resulta sumamente atractiva a las empresas, que ven en ella una oportunidad de aumentar sus negocios y focalizar su publicidad hacia donde realmente interesa. No es ninguna coincidencia que Stefan Gross-Selbeck, presidente de la red social para profesionales Xing dijera en Alemania que los datos personales son el petróleo del siglo XXI, y esto de Google no es más que un ejemplo de esa realidad.