Empecemos con una pregunta: ¿a quién no le gustaría un servicio de Internet superrápido y a precio razonable?
En esta época de trabajo remoto, encuentros online y emprendimiento digital, un acceso a internet con esas condiciones sería, más que un simple aliado, una bendición, sobre todo si llega a sitios rurales o de difícil acceso donde históricamente ha habido carencias de ese tipo.
Lo descrito anteriormente resume a grandes rasgos lo que se propone Elon Musk a través de su proyecto de internet satelital Starlink, el cual ejecuta a través de SpaceX, la misma compañía que manda cohetes al espacio con cargas especiales y que pretende ofrecer viajes espaciales en algún momento del futuro.
De todos los proyectos asociados a SpaceX, este del internet satelital es uno de los pocos donde la ejecución ha dado frutos reales, pues, desde octubre pasado, el servicio está disponible en fase de prueba en Estados Unidos.
La controversia parece seguir a Musk de manera insistente, y con Starlink, esta no se ha hecho esperar. ¿Qué ha pasado? Nada, que la competencia, al parecer, se siente amenazada, y ha conformado una especie de coalición contra el proyecto.
Estos rivales, entre los que se encuentran Viasat, Boeing, OneWeb Global y Hughes Network Systems, acusan a Musk de, poco a poco, armar una especie de monopolio que amenaza tanto a la seguridad espacial como al medioambiente.
Parte del problema es que, actualmente, Musk tiene permiso para lanzar 12,000 satélites a órbita para emitir internet superrápido a cada rincón de la Tierra. Insaciable como es, Musk ya pidió permiso para lanzar 30,000 más, y ahí fue que se armó la disputa.
Se argumenta que ya la órbita espacial está muy congestionada, y que esos satélites extra que pretende lanzar Musk a través de SpaceX tan solo complicarían el panorama, pues incrementa el potencial de colisiones, e, incluso, podrían reducir la efectividad de otros satélites de otras compañías al taparlos. En pocas palabras, se habla de una suerte de tapón espacial.
Se critica asimismo que Starlink se enfoca más en velocidad que en calidad, y eso significa actualizaciones y modificaciones constantes a esos satélites, tal como ocurre con los Tesla que se fabrican bajo la visión del mismo Musk.
Estos rivales de Starlink piden más regulación, pero, a la vez, dejan entrever que sus intereses se ven afectados por las acciones de Musk, por tanto se trata de una petición no del todo desinteresada.
En lo que se le busca la vuelta al caso, Starlink es vista con buenos ojos por gobiernos de todo al mundo al prometer acceso abundante y asequible a internet rápido. Volvemos a la pregunta: ¿quién no quisiera eso?