Durante el fin de semana fue noticia el arresto de Pavel Durov, fundador y CEO de Telegram, en Francia por motivos no del todo esclarecidos.
Según se reporta, Durov había llegado a Francia desde Azerbaiyán, y el rumor es que allí se habría reunido con el presidente ruso, Vladimir Putin, quien hizo una visita oficial de dos días a ese país.
No se ha mencionado que esta sea la razón del arresto, pero tampoco se descarta que el supuesto encuentro, desmentido por el Kremlin, haya jugado algún papel.
Son muchos los cargos reportados contra Durov, entre ellos su supuesta participación en crimen organizado, tráfico de drogas, promoción de terrorismo, fraude y ciberacoso.
Algunos reportes indican que Durov está siendo acusado de todo esto no porque participe directamente en esos delitos, sino por permitirlos en su plataforma, Telegram, la cual siempre se ha presentado como un paladín de la libertad de expresión y la privacidad del usuario.
Es un hecho que Telegram se percibe como la alternativa más segura, privada y competa en mensajería, con un cifrado de extremo a extremo que se considera inviolable.
Telegram también tiene fama de ser extremadamente cuidadosa con la privacidad de los usuarios, con Durov negándose repetidas veces a instalar puertas traseras para dar acceso a gobiernos.
Por tratarse de una plataforma prácticamente impenetrable, Telegram alberga muchas cuentas y grupos que van más allá del usuario estándar en lo que respecta a conversaciones y acciones allí concertadas.
En efecto, es un hecho conocido que hay grupos extremistas y terroristas que usan Telegram no solo para comunicarse sus miembros entre sí, sino para planificar ataques y otras acciones, como ocurrió con los atentados de París en noviembre 2015.
También hay en Telegram abundancia de canales que comparten teorías de conspiración y recursos que prometen abrir los ojos al público a la realidad del mundo.
En cualquier otra plataforma, exceptuando quizás X en su versión actual, estos contenidos no solo serían censurados, sino prohibidos, y eso hace a Telegram una especie de enigma y, de paso, un sospechoso de interés para autoridades y gobiernos en todo el mundo.
Durov y Telegram han tenido, incluso, problemas con Rusia y el Kremlin por esta negativa a vulnerar el sagrado principio de la libertad de expresión y el derecho a privacidad de los usuarios.
Telegram, de hecho, estuvo prohibida en Rusia desde 2017 hasta 2020. En la actualidad, sin embargo, parece haber relaciones cordiales entre ambas partes, siendo esta la plataforma utilizada por la milicia rusa.
Esto último es motivo de preocupación ahora que Durov ha sido arrestado, pues está el temor de que Francia obligue a la entrega de la llave decodificadora, pieza clave que daría acceso a todo, vulnerando así aspectos importantes de la inteligencia rusa.
De momento no se sabe lo que pasará con Durov más allá de que el arresto posiblemente se extenderá hasta el miércoles.
En lo que se resuelve el caso, hay especulaciones respecto al futuro o destino de Telegram. Hay quienes temen la plataforma colapse sin Durov al mando o, peor, que desaparezca.
En lo que respecta a Durov, las protestas por su arresto no se han hecho esperar, sobre todo por parte de quienes entienden este es un ángel de la libertad de expresión que debe ser preservado junto a Elon Musk.
No se niega que la libertad de expresión es algo muy amenazado en la actualidad, pero cabe preguntarse dónde está el balance.
Una plataforma que albergue a terroristas, pedófilos y traficantes de drogas en nombre de la libertad de expresión quizás no sea lo más ideal en un mundo tan convulso como el actual.
Para todo hay límites, e incluye la libertad de expresión porque llega un momento en que se convierte en un peligroso libertinaje.
