Tres años se cumplieron el pasado 30 de noviembre de la salida al mercado de ChatGPT, la herramienta que, quizás sin proponérselo, desató una fiebre por la inteligencia artificial que se ha mantenido hasta nuestros días, aunque no sin variaciones.
Como suele ocurrir con propuestas disruptivas y aparentemente salidas de la nada, ChatGPT marcó un hito, un antes y un después, y es así como nos encontramos en un panorama donde la mayoría de la gente es incapaz de funcionar sin la ayuda de una herramienta de IA que le guíe y le ayude en su día a día.
¿Cómo fue que llegamos hasta aquí? El ser humano tiene una capacidad increíble de dejarse deslumbrar por aquello que brilla demasiado. La impresión inicial causada por ChatGPT puede resumirse con el eslogan que por años identificó al Banco Intercontinental -mejor conocido como Baninter-: todas las posibilidades.
De repente, sin nadie haberlo pedido, estábamos ante una herramienta capaz de generar ensayos y resúmenes en segundos, con un nivel de lenguaje lo suficientemente aceptable en términos de coherencia, no tanto así de precisión, pero eso no suele importar mucho cuando estamos siendo deslumbrados en el momento. Por supuesto, las cosas no se quedaron ahí, y hoy ChatGPT y demás herramientas de IA generativa hacen fotos, video, esquemas, gráficos y sinnúmero de tareas que ni siquiera vale la pena mencionar.
A simple vista, la IA es el futuro de la humanidad, una herramienta que todo lo puede hacer y que, en el proceso, está sustituyendo a la propia humanidad en tareas productivas de diversos calibres. A lo largo de estos tres años, si bien se han mantenido el interés y el entusiasmo por una tecnología que se pasa de disruptiva, se han observado algunos cambios de postura: durante el primer año, todo era una maravilla a ser descubierta; en el segundo año, la innovación fue mezclándose con algunas preocupaciones que fueron mayormente ignoradas. Ya para mediados de 2025, a unos meses del tercer aniversario de la salida de ChatGPT, las cosas fueron tomando un giro que hoy pudiera decirse es de rechazo paulatino hacia la IA.
El panorama actual de la IA, más allá de las declaraciones avasallantes de Sam Altman, Mark Zuckerberg y Jensen Huang, es uno de incertidumbre. Por un lado, crece la preocupación entre inversionistas y el mercado en general por la falta de resultados reales que justifiquen las grandiosas inversiones realizadas en esta tecnología. La conversación y debate en torno a la existencia o no de una burbuja no es casual, de la misma forma que no es casual que cada vez más analistas e inversionistas están convencidos de que el estallido no tardará en llegar. Por otro lado, la preocupación y el desencanto han ido ganando terreno entre los usuarios finales de estas herramientas.
Podría decirse que 2025 fue el año en que se fue separando la espuma de la sustancia para dejar al descubierto qué exactamente es eso a lo que llamamos inteligencia artificial generativa. Fue en este año que se reveló que todo aquello que conversamos con la IA puede usarse en nuestra contra en situaciones judiciales. Fue también en este año que se descubrió y se reveló lo fácil que es manipular y/o envenenar estos sistemas.
2025 nos ha regalado muchas instancias donde se ponen de relieve el peligro subyacente de dejar todo a cargo la IA y el efecto nocivo de esta tecnología a nivel cognitivo e intelectual en el ser humano. Etica, creatividad, derechos de autor, recursos naturales… todo se ve afectado por una tecnología que, si bien en útil, no es vista como por las grandes corporaciones tecnológicas como un complemento, sino como un sustituto directo del ser humano.
Visto así, no es de extrañar que este tercer año venga acompañado de una desconfianza que tan solo se profundiza y lleva al rechazo. Podría decirse, en un sentido, que hemos despertado del estupor inicial al que nos llevó en su momento una tecnología que encierra muchas capas aun no descubiertas.
