Todo el desarrollo acelerado de inteligencia artificial que hemos estado viendo en los últimos dos años tiene un objetivo específico: llegar al desarrollo de una inteligencia artificial general (AGI), llamada también superinteligencia.
Si creemos que herramientas como ChatGPT y programas que cambian voces en tiempo real son potentes, desde el punto de AGI, esto sería solo el comienzo.
Hablar de superinteligencia artificial hace pensar a muchos en escenarios catastróficos donde la humanidad dejaría de tener relevancia y estaría sujeta al dominio de esa tecnología.
Bajo este escenario, se piensa en máquinas, robots y sistemas capaces de hacer todo, incluida la toma de decisiones de alto nivel que se supone es dominio de las autoridades y gobiernos del mundo.
Es posible que en la práctica, al menos inicialmente, no se vea así. Todo dependerá de cómo la humanidad se maneje y conviva con tales avances.
Para quienes piensan que esa superinteligencia artificial es un prospecto del futuro lejano, Darío Amodei, CEO de Anthropic, se encarga de echarles un balde de agua fría: este desarrollo está a la vuelta de la esquina y podría materializarse en 2026 o 2028.
Esto dijo Amodei al participar en el podcast del informático Lex Fridman, donde además afirmó que el principal obstáculo hacia ese camino es de carácter regulatorio.
Para nadie es secreto que hay una carrera por ser el primero en llegar al estadio de AGI, y tanto Anthropic como OpenAI están en esa contienda, cada uno con enfoques muy diferentes.
Mientras que OpenAI quiere ser el primero a toda costa, Anthropic se enfoca en aspectos de ética y seguridad para garantizar que este desarrollo sea más beneficioso que perjudicial.
Un problema de cara a todo este tema de la inteligencia artificial es que esta es una herramienta que, al igual que las redes sociales, empodera a cualquier persona, independientemente de su nivel de educación o formación.
Es por esta cualidad, que algunos consideran democratizadora, que una superinteligencia artificial podría representar un peligro mayúsculo para la humanidad, porque no todos los usuarios están en capacidad de discernir entre un uso adecuado y uno abusivo o perjudicial.
