¿Te aburren las fiestas bailables porque no tienes la menor idea de cómo bailar? Si ya has probado todo, desde clases por paga hasta instructivos online, y todavía no sabes ni como empezar, no pierdas la esperanza: hay un robot que puede enseñarte con toda la paciencia del mundo.
El robot bailarín, un proyecto desarrollado por el Laboratorio de Sistemas Robóticos de la Universidad de Tohoku en Japón, por el momento es maestro de vals. Se trata de una estructura de 1.8 metros de altura, con tres patas dotadas de ruedas que le permiten deslizarse con la gracia y facilidad que amerita el baile. La parte superior, por su parte, se comporta de la misma forma en que lo haría un bailarín humano.
A diferencia de instructores humanos, que a veces no tienen la paciencia requerida ni la capacidad de comunicar adecuadamente dónde falla el estudiante, conllevando a situaciones frustrantes, este robot se toma su tiempo y ofrece retroalimentación en tiempo real, útil para señalar errores oportunamente y reflejar el progreso a medida que se desarrollan las sesiones.
This robotic partner will improve your dancing skills.
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Inicialmente el robot guiará al estudiante para que éste conozca los pasos de lugar. Sensores de fuerza y telémetros láser dan seguimiento a los pasos del estudiante para evaluar su nivel de destreza al ser comparados con una base de datos de bailarines profesionales. A medida que hay progreso, el robot va cediendo el control hasta que el estudiante se encuentra en posición de guiar.
Algo importante de esta experiencia es que el robot tiene forma de adaptarse al nivel del estudiante, lo cual a largo plazo tiene mejores resultados que no hacerlo, según un experimento realizado por la propia universidad.
El proyecto del robot bailarín estuvo liderado por Diego Felipe Páez Granados, quien se motivó por el hecho de que mucha gente tiende a temer a los robots. Siendo el caso que los avances en robótica van en aumento, con usos cada vez más cotidianos aún cuando no los notemos, Páez Granados entiende que lo mejor es adaptarnos a una eventual convivencia. Bailar es quizás uno de los actos más sociales en existencia.
Con este robot, aparte de la paciencia y el seguimiento personalizado, una cosa es segura: al menos no pasará como con Goofy (Tribilín) y su maniquí de tres patas, que terminó electrocutándolo al entrar en contacto con un tomacorriente.