Thinking AI

¿Realmente piensa la IA?

La respuesta a la pregunta que sirve de título es un absoluto y rotundo NO, pero, ya sea por la narrativa forzada o porque la gente de este tiempo hace rato que dejó de prestar atención, la creencia generalizada es que la inteligencia artificial sí tiene capacidad de pensamiento.

¿Cómo fue que llegamos hasta aquí? ¿Cómo es que estamos maravillados con la IA al punto de muchos aceptar alegremente que nos sustituya poco a poco? Big Tech tiene todo que ver con este caso, y lo cierto es que todos los movimientos que hemos visto en torno a la inteligencia artificial han sido a la medida de intereses y motivos ulteriores que no necesariamente toman al ser humano en cuenta.

Un vistazo a lo que ha pasado en el ámbito tecnológico en los últimos 7 o 10 años y se hace evidente que hay un plan para suprimir a la humanidad en el mediano o largo plazo. Empezó de manera un tanto inocente más atrás en el tiempo, pero ha sido en ese rango de tiempo que las cosas se han acelerado a un punto de estar prácticamente fuera de control.

Ejemplos sobran, pero uno de los más representativos -fuera de la IA y el desbarajuste creado- es el concepto de metaverso, en esencia una existencia paralela cuyo punto de entrada es alguna interfaz de realidad virtual. Existe una buena razón por la que este asunto del metaverso, pese al entusiasmo de Mark Zuckerberg, no llegó a desarrollar todo su potencial: el rechazo fue considerable desde el inicio, y no es para menos, pues nadie quiere vivir prisionero dentro un universo simulado por computadora.

Con la IA está pasando algo parecido a lo del metaverso, solo que ha tomado tres años reaccionar adecuadamente. Inicialmente, cuando ChatGPT irrumpió en escena en noviembre de 2022, pocos fueron los que no quedaron deslumbrados ante las proezas y capacidades de una herramienta que con el paso de los días se vuelve más compleja y completa en lo que ofrece.

Se ha vendido la idea de que la IA piensa, y cuando vemos que genera textos e imágenes en cuestión de segundos, con calidad de escritura más que aceptable y, sobre todo, coherente -no necesariamente precisa- es fácl convencernos de ello. Las grandes compañías tras el fenómeno advierten que la IA puede cometer errores; lo que no admiten es que ninguno de sus modelos, sea LLM (modelos de lenguaje amplio) o LRM (modelos de razonamiento amplio) realmente razona o piensa por su cuenta.

En este punto de la narrativa, todos sabemos que la IA se alimenta de datos e insights ya existentes, es decir, de nosotros mismos, y que a partir de ahí identifica patrones y trabaja en base a promedios para ofrecer los resultados que tanto impresionan. Nada de lo que hace la IA generativa es nuevo, pues está basado en algo ya existente y que somete en cierto modo a un proceso de reciclaje para dar la ilusión de novedad o, incluso, de «inteligencia».

No, la IA no piensa, y esto lo demostró Apple hace unos meses cuando puso a prueba a modelos LLM y LRM con un conjunto de problemas iban de lo sencillo a la complejo, aumentando el nivel dificultad a lo largo de a investigación. Una de las conclusiones más relevantes es que, cuando enfrenta problemas nuevos o desconocidos, no basados en algo ya aprendido, la IA se tranca. Apple le llama esto la ilusión de pensar, y no se equivoca esta compañía, la única que no ha entrado de lleno en este asunto de la inteligencia artificial generativa para el consumidor final.

Apple ha sido motivo de críticas y burlas por no apresurarse a adoptar la IA como han hecho sus rivales, pero, como todo lo de Apple, parece haber sido más una estrategia que una metida de pata por omisión o ignorancia del mercado. Si en efecto es una estrategia, puede que resuene con un conjunto cada vez mayor de personas que se muestran escépticas y hasta apáticas a la invasión que representa la IA a cada nivel imaginable.

¿Habrá vuelta atrás? La esperanza yace en que las compañías que están detrás del bombardeo de IA generativa – y que, además, apuestan al desarrollo de la superinteinteligencia- caigan en cuenta que el insumo principal sigue siendo la gente y que sin gente no hay plataforma, sistema o negocio que prospere. Esperemos a ver qué ocurre.

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AUTORA

ROCIO DIAZ

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