Culpable, aun cuando insista en querer demostrar su inocencia. Ese ha sido el veredicto en el juicio contra Sam Bankman-Fried, el responsable de uno de los más espectaculares colapsos en el mundo de los criptoactivos.
SBF, como se le suele llamar, enfrenta una pena de hasta 115 años de cárcel tras haber sido declarado culpable de los siete cargos que pesaban en su contra, los cuales se resumen en fraude, conspiración y lavado de activos.
El caso contra Bankman-Fried podría resumirse en la malversación de 10 mil millones de dólares que aportaron los clientes de su criptointercambio FTX, el cual colapsó un año atrás, específicamente el 11 de noviembre de 2022.
Fundada en 2019, dos años después de Alameda Research, la otra empresa de SBF que se convertiría en una pieza crucial en el colapso que dio al traste con todo el emporio, la historia de FTX es una mezcla de ambición e indiferencia a partes iguales.
Según se dedujo durante el juicio, que tuvo lugar en Nueva York, Bankman-Fried abiertamente engañó a todos al presentar estados de cuenta falseados y maquillados que le garantizaban seguir recibiendo fondos.
En esta forma, con total indiferencia respecto a las posibles consecuencias, Bankman-Fried mantuvo la ilusión de dos compañías multimillonarias -FTX estaba valuada en 32 mil millones de dólares antes del colapso-, cuando la realidad era que se trataba de un castillo de naipes.
Alameda Research, bajo el mando de Caroline Ellison, quien también fue novia intermitente de Bankman-Fried, fue lo que terminó de hundir la ilusión. El testimonio de ella, así como de otros dos altos ejecutivos del emporio SBF, contribuyó al veredicto de hoy.
A medida que se fue desarrollando el juicio, se fue esbozando una imagen de Bankman-Fried que a nadie debería sorprender: un joven (apenas tiene 31 años) ambicioso, obsesionado con el dinero, el poder y la influencia.
Grandes despilfarros y operaciones irresponsables a lo interno de FTX se compensaban con el establecimiento de amistades y movidas estratégicas que ayudaban a mantener la ilusión de que todo estaba bajo control.
Más que resaltar los peligros inherentes al criptoentorno, el caso SBF sirve para recordar que los fraudes a la antigua no solo siguen vivos, sino que siguen siendo muy efectivos, según se mire la cuestión.
Hasta los padres de SBF, un par de profesores de economía de la Universidad de Stanford, han llevado lo suyo en el caso FTX, pues fueron demandados con tal de tratar de recuperar un poco de lo que fue robado a los clientes.
Queda claro que de nada sirve ser el hijo de dos economistas o ser un genio de las matemáticas cuando no se tienen escrúpulos o ética. SBF, salvo una apelación exitosa, va camino a la cárcel en 2024: la sentencia está pautada para el 28 de marzo de ese año.
