Uno de los grandes problemas al enfrentar la pandemia de COVID-19, el nuevo coronavirus que tiene al mundo en cuarentena y a la economía global paralizada, es la escasez de kits de prueba para fines de diagnóstico.
Tan escasos son estos kits que en los distintos países lidiando con esta crisis se ha tomado la decisión de solo administrar la prueba en casos donde los síntomas son evidentes, con el agravante de que no es algo disponible en cualquier laboratorio, aun cuando la base de la prueba es un mecanismo bien conocido y probado por la comunidad científica: PCR, las siglas en inglés de reacción en cadena de polimerasa.
Hasta ahora, todo parece indicar que Corea del Sur es el único país con un proceso eficiente de pruebas, con más de 250 mil administradas. En parte el problema deriva del hecho de que estamos efectivamente en medio de una crisis mundial, una emergencia que pocos -por no decir nadie- previeron y para la cual ningún país ha demostrado estar preparado.
Elaborar la prueba para diagnosticar COVID-19 primero implicó el secuenciado del genoma del virus para identificar los tres marcadores que en una prueba PCR serían indicativos de la presencia de la enfermedad. El test como tal es simple: se toman muestras con un hisopo o algodón de la nariz o la garganta y estas se someten a un proceso de reacción química. Pese a lo simple que es, deben cumplirse ciertas condiciones para asegurar resultados precisos, incluyendo un laboratorio bien limpio y la existencia de los recursos de lugar.
Como se ha visto en la práctica, conseguir la prueba de coronavirus no es tan fácil, inclusive en un país como Estados Unidos, donde incluso laboratorios y farmacéuticas independientes han desarrollado sus propias pruebas luego de que las oficiales empezaran a dar lecturas poco fiables. El gran problema ahora es que debe esperarse la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, y eso es un proceso que igualmente toma tiempo.
Es aquí donde entra el caso Everlywell, un laboratorio con sede en Texas que desarrolló una prueba que inicialmente estaría disponible en cantidades limitadas -30,000 unidades, para ser exactos- a partir de hoy por 135 dólares. El hecho de que estamos en una crisis sanitaria y económica a la vez llevó a criticar el precio de venta asignado, y en vista de la situación la compañía decidió vender esas pruebas a centros médicos y facilidades similares con la intención de que allí sean aplicados al personal con el doble propósito de verificar su utilidad y precisión. Más adelante, pero pronto, las pruebas estarían disponibles al público para hacerlas en sus casa, pero aquí intervino la FDA y se opuso al tema por un tema de seguridad y precisión.
El test de Everlywell funciona de la manera ya descrita e implica el envío de muestras al laboratorio certificado más cercano, con garantía de resultados en 48 horas. Otra startup metida en el tema de tests caseros es Nurx, pero ya la FDA desaprobó ambas hace dos días.
Dentro de todo el caos y la confusión de las pruebas de coronavirus hay una buena noticia para Estados Unidos y países aledaños: una nueva prueba, que no requiere de envíos al laboratorio y que promete resultados en 45 minutos fue aprobada por la FDA durante el fin de semana. Esta fue desarrollada por Cepheid y vale aclarar que no es una prueba casera, sino que está destinada a uso en hospitales. La rapidez de sus resultados es el punto de interés, ya que ayudaría a agilizar los diagnósticos y aceleraría la respuesta ante el rápido avance de COVID-19.
En el peor escenario posible, economistas australianos estiman las muertes mundiales por coronavirus COVID-19 podrían llegar a los 68 millones, con un impacto económico de 9 billones de dólares. En el escenario menos catastrófico las muertes llegarían a 15 millones. Estos estimados tan solo nos dan una idea de la severidad de la pandemia y justifican el hecho de que se busquen alternativas precisas, asequibles y accesibles de pruebas. En los próximos días veremos como evoluciona este tema.