Nueve muertos y 2,800 heridos. Ese es el saldo de un ataque terrorista en el Líbano contra el grupo paramilitar islamista Hezbolá.
Tratándose del Medio Oriente, desafortunadamente, los ataques terroristas no son una ocurrencia extraña.
Lo que sí fue extraño en este caso fue el medio utilizado para perpetrar el ataque: beepers, dispositivos que en los años 90s eran de uso muy común y que cualquiera juraría desaparecieron con el auge de celulares y smartphones.
El suceso de hoy es muestra de que los beepers siguen con vida, al menos entre miembros de la citada agrupación, y es curioso el porqué de su uso en ese contexto: el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, restringió tiempo atrás el uso de móviles por entender que eran vulnerables a ser interceptados por la inteligencia israelí.
Hay un conflicto vigente entre Israel y Hezbolá desde octubre del año pasado, derivado de la lucha de ese país contra el grupo paramilitar palestino Hamás. Es un hecho conocido que el conflicto entre Israel y Palestina es de larga data.
Para sorpresa de nadie, Israel ha sido acusado por este ataque, algo que no ha sido confirmado o negado por ese país.
Según oficiales que han mantenido el anonimato, es Israel el país tras el ataque, el cual fue perpetrado remotamente a través de un mensaje que detonó los beepers de manera simultánea.
Los beepers, más de tres mil, fueron ordenados a la taiwanesa Apollo Gold. Se presume que antes de llegar el pedido al Líbano estos fueron manipulados para ocultar entre una y dos onzas de material explosivo próximo a la batería de cada unidad.
También se habría insertado un conmutador o switch para detonar la explosión al recibir un mensaje específico.
Este martes, a las 3:30 de la tarde -hora del Líbano- fue ejecutado ese plan con el saldo ya mencionado. Las consecuencias no se harán esperar, pues ya Hezbolá y Hamás han jurado venganza.
En pocas palabras, el mundo, tan convulso como está, se ha puesto aún más convulso, y eso tiene el potencial de afectar países mucho más allá del Medio Oriente.
