Botellas, vasos, cubiertos, empaques, fundas, sillas y hasta sombrillas. Virtualmente todo lo que usamos, compramos y desechamos es plástico, con la consecuencia de que hoy el planeta vive una crisis ecológica que amenaza la propia supervivencia humana en el largo plazo.
El problema del plástico está bien documentado, y aun cuando hay numerosas campañas que buscan educar y por esa vía reducir su impacto, tal parece que el plástico terminará triunfando. Parte del problema es que la sociedad actual es consumista y derrochadora, amante de la conveniencia y la rapidez que justamente ofrece el plástico, uno de los inventos sin duda más dinámicos y flexibles en manufactura.
Entre cambio climático que ya está derritiendo el hielo en la Antártica hasta el estimado poco halagüeño de que para 2050 habrá más plástico que peces en el mar bien podría decirse que la crisis ecológica que vive el planeta no tiene precedentes. Esfuerzos van y vienen, campañas se ejecutan, pero la gente sigue botando su basura de la única forma que sabe hacerlo, con el agravante de que el concepto de reciclaje y aprovechamiento de desechos no es tan extenso en alcance, conocimiento y conciencia.
Conjuntamente con la crisis del plástico han ido surgiendo ideas novedosas que se van por tres vertientes: limpieza -especialmente dirigida a los océanos-, alternativas sostenibles al plástico y aprovechamiento del mismo una vez es desechado. De estos enfoques el último resulta particularmente importante porque contribuiría de manera indirecta a la limpieza y tiene el potencial de cambiar la visión en lo que respecta a manufactura al tiempo de impulsar sostenibilidad a cada nivel posible.
¿Qué puede hacerse con el plástico desechado? Muchas cosas, en realidad, desde reutilizarlo en empaques o recipientes -razón por la que compañías como Xerox y HP tienen programas de recolección de cartuchos vacíos- hasta convertirlo en otro material que a simple vista no parecería guardar relación con el plástico como tal, como ocurre con los zapatos Rothy’s.
A simple vista los zapatos Rothy’s, flexibles y duraderos, parecen de tela, pero en realidad están hechos de botellas plásticas. Un concepto similar había presentado Adidas, siendo la materia prima redes abandonadas de pesca. Otro uso ingenioso de botellas plásticas son las mochilas Better Backpack de Thread International, proyecto que recaudó más de 570 mil dólares en Kickstarter.
El plástico es ahora una materia prima aprovechada en la India para asfaltar vías, probando ser un material incluso más duradero que la alternativa tradicional. El mismo concepto se aplica en Suramérica en la fabricación de ladrillos y blocks para construcción, tal como ofrecen la argentina Easy Brick y la colombiana Ecoplasso. La propuesta de esta última, según deja entrever un video que anda circulando por estos días, tiene presencia en República Dominicana, específicamente en un proyecto de viviendas económicas en Moca.
Lo curioso del plástico aplicado a estos niveles es que con el tiempo prueban ser alternativas más resistentes y funcionales que sus contrapartes tradicionales, proveyendo mejor resistencia al calor, al fuego y a los elementos en general. En el caso de las casas de plástico, por ejemplo, hay incluso un efecto de asilamiento térmico que resulta en mejor climatización interna.
En conclusión, la basura tiene usos más allá de afear el entorno y contaminar. El asunto es estudiar, investigar y hacer la inversión correspondiente. Si de algo sirve el ingenio humano es justamente en buscar soluciones.