¿Alguna vez te has preguntado cuáles factores inciden en que un video, concepto o tendencia se vuelva “viral”?
Años atrás, cuando Twitter, YouTube y demás plataformas estaban en su infancia, bastaba con colocar cualquier cosa absurda o inesperada para generar una reacción que en ocasiones se tornaba viral, siendo en ese entonces un fenómeno más o menos orgánico.
Ahora, con las redes sociales dominadas por influencers hechos al vapor y seguidos por un público antojadizo y que en realidad no profundiza mucho, lo viral es algo meticulosamente fabricado, salvo cuando por alguna metedura de pata sale el ejército “snowflake” a manifestarse colectivamente.
Antes de continuar desarrollando la idea, definamos lo que es un “snowflake”. El término, que literalmente traduce a “copo de nieve” en español, se usa para designar a aquellas personas que por todo se ofenden y que a todo le buscan un fallo (o “periquito”, como se dice popularmente).
En esta época en la que todo se vale y todo es motivo de discriminación, los snowflakes constituyen un grupo numeroso y poderoso que para colmo recibe apoyo constante de celebridades, influencers (reales o no), políticos y personalidades que creen que es “cool” y que les suma votos (literalmente hablando) el hacer causa común con cualquier movimiento minoritario que exija derechos igualmente absurdos sobre cosas que antaño nadie siquiera tomaba en cuenta.
El efecto “snowflake” ha dado lugar a una ausencia de humor en anuncios que se hace más que notoria, pues ahora los directores creativos tienen el temor de que cualquier elemento de este tipo sea tomado fuera de contexto y se convierta en el protagonista de una tormenta mediática sin fin. Es asimismo el causante de una “diversidad” que no siempre es positiva al celebrar extremos que de alguna manera u otra terminan discriminando o afectando a los grupos que conforman el promedio mayoritario.
El ámbito tecnológico no está exento del fenómeno “snowflake”, sino que, al contrario, le ha servido de apalancamiento a través del uso de redes sociales y la apertura y amplificación que brindan la Internet. Es así como ahora mismo Facebook y otras redes pasan las de Caín tratando de limitar el lenguaje de odio y las “fake news” al tiempo que celebran la diversidad y la libertad de expresión. Lograr un balance aquí no es solo difícil, sino casi imposible, y esta realidad la vivimos a diario en una redes que son cada vez más tóxicas y falsas.
Una de las más recientes víctimas del efecto snowflake es Peloton, una compañía que hace bicicletas estacionarias y caminadoras para fitness en el hogar. Desde hace más de una semana esta marca ha estado sometida a burlas y críticas incesantes por un anuncio navideño que cometió el error de escoger a una actriz delgada para protagonizarlo y, peor, de mostrar una historia en la que el esposo queda como controlador y manipulador por hacer un regalo de este tipo.
El anuncio de Peloton lleva ya más de 8.4 millones de vistas en YouTube, con la cantidad de “no me gusta” sobrepasando considerablemente a las de “me gusta”. Debates y análisis han salido por montones, y la paradoja es que hay quienes afirman que de haberse usado una actriz con sobrepeso la reacción hubiese sido aún peor. ¿Cómo salir ganando con tanta sensibilidad? Podría decirse que, sin proponérselo y a base del efecto snowflake, Peloton se volvió viral, pero no de la buena manera.
La generación snowflake nunca está conforme, y esto es algo que el propio YouTube ha experimentado de manera directa con su serie de videos de resumen anual Rewind: la versión de 2018 tiene el dudoso honor de ser el video más odiado en toda la plataforma, presentando ahora mismo 17 millones de “no me gusta” y 192 millones de vistas. El Rewind 2019, pese a tener poco tiempo disponible, ya amasa más de 61 millones de vistas y 7.4 millones de “no me gusta” contra 2.9 millones de “me gusta”.
Quizás el colmo del ejército snowflake es su afán por distorsionar la historia y los hechos históricos al exigir diversidad e inclusión en escenarios donde realmente no cabe. El mejor ejemplo de esto posiblemente sea la exigencia de meter personajes de color en Kingdom Come: Deliverance, un videojuego que se remonta a la Bohemia medieval.
¿Hasta donde llegará la influencia snowflake? La realidad es que hay mucha gente que ya no teme expresar en público su disgusto por esta tendencia. Ustedes, ¿qué dicen al respecto?