Le jalaron las orejas esta semana a Jeff Bezos, y no fue su prometida, Lauren Sánchez, quien lo hizo, sino alguien mucho más poderoso: Donald Trump.
Parece un chiste, pero este martes 29 de abril, Amazon, quizás sin proponérselo, fue la comidilla en Washington luego de que se reportaran las intenciones de mostrar al público exactamente cómo afectan los aranceles de Trump el precio final de los artículos que allí se venden.
Esta idea no gustó a Trump y su equipo, y no se hizo esperar la crítica ácida a lo que la portavoz de la Casa Blanca calificó de acto político y hostil de parte del gigante tecnológico.
Ante el reclamo de Trump, quien se quejó directamente con Bezos de esa afrenta, a Amazon no le quedó más remedio de suavizar y minimizar la situación, primero alegando que eso se estaba contemplando para Amazon Haul -la tienda de Amazon donde todo se vende a precios ultrabajos- y luego anunciando que el plan nunca se aprobó y no será ejecutado.
Aun cuando podría decirse que Trump y el gobierno estadounidense ganaron la partida en esta cuestión, es un hecho irrefutable que es el consumidor final -estadounidense o no- quien carga con las consecuencias de los aranceles que se están imponiendo, y ese es el punto que Amazon buscaba demostrar y visibilizar con esta acción.
Cierto es que los aranceles aún no entran del todo por la pausa de 90 días que fue anunciada ante la hecatombe de los mercados, pero a China, cuyos aranceles ascienden a 145 por ciento, esta pausa no aplica.
Quiere decir, entonces, que esos aranceles a productos chinos ya se están aplicando, y los efectos se están sintiendo. A modo de ejemplo, Shein ha subido sus precios hasta en 377 por ciento, lo que significa que la era de ropas, accesorios y artículos en general a muy bajo precio ha llegado a su fin, afectando a compradores online y a pequeñas tiendas que se surtían por esa vía.
Es posible también que llegue a su fin el jueguito de influencers que a diario hacen videos de compras masivas a Shein y similares con la intención de motivar a sus seguidores a seguir los pasos y, obvio, embolsillarse un dinero por concepto de patrocinio y demás.
En el caso de Amazon, abundan los artículos chinos, y eso explicaría porqué se habría contemplado esa medida.
Desde que empezó este asunto de los aranceles a China, más de uno se ha preguntado si volverá Amazon a sus raíces en el sentido de ofrecer mercancía hecha en Estados Unidos a su clientela. Volver a las raíces es, justamente, uno de los objetivos de la administración Trump con estos aranceles tan exagerados para importaciones chinas, pero la cuestión no es tan sencilla.
Si bien la etiqueta «Made in USA» suele ser sinónimo de calidad, devolver a ese país su estatus y sitial dentro del escenario global de manufactura y fabricación no es tan fácil y no es algo que pueda ocurrir de la noche a la mañana.
El mundo globalizado de hoy exige economías de escala, productividad y rendimiento. China ofrece eso, usualmente a bajo costo, por factores que no siempre son tan obvios o éticos.
Para pequeños emprendedores y pequeñas empresas, fabricar fuera de China resulta prohibitivo a nivel de costos, y es por eso que hay tantas quejas. A Trump nada de esto importa porque, según sus propias palabras, China es un competidor desleal y debe ser detenido.
Si la visión de Trump es correcta o no, solo el tiempo dirá. Mientras tanto, el panorama de incertidumbre desatado por el tema de los aranceles es global, y la gente y los mercados están sintiendo los efectos.
