¿Democracia o receta para un desastre? Cuando Elon Musk decidió que llegó la hora de pagar por tener la cuenta verificada en Twitter, el argumento antojadizo del nuevo dueño de la compañía es que se trataba de paso hacia la democratización.
El argumento, tan cuestionable como flojo, es que había una suerte de dictadura en torno a ese cotejo de verificación en Twitter, pues la decisión de otorgarlo o no recaía sobre la compañía como tal tras revisarse que la cuenta cumpliera con un conjunto de requisitos.
A partir de la revolución Musk, sin embargo, el otrora codiciado cotejo de verificación, que llegó a verse como símbolo de estatus en la plataforma, está al alcance de cualquiera que esté dispuesto a pagar 8 dólares al mes (11 dólares si se está en iOS).
¿Qué puede salir mal con este enfoque “democrático”? Como se ha visto en la práctica, muchas cosas.
Uno de los primeros problemas que se vio bajo esta nueva modalidad es que empezaron a aparecer cuentas falsas que, con ayuda del cotejo, se hacían pasar por cuentas oficiales ya verificadas, siendo un caso muy sonado el de la farmacéutica Eli Lilly y el lío de la insulina gratuita.
A la clara había un problema de control y de diferenciación entre cuentas falsas y reales, situación que llevó a sacar momentáneamente de circulación el cotejo aquel, reviviendo algunas semanas después con un conjunto de reglas para su mayor control.
¿Fin de la historia? Para nada. Según reporta Associated Press (AP), un conjunto de cuentas anónimas pro-rusas ha estado haciendo de las suyas en Twitter a la sombra del cotejo de verificación, un elemento que mayormente se sigue asociando con prestigio y credibilidad.
Las cuentas fueron identificadas por Reset, una organización sin fines de lucro con sede en Londres que se dedica a analizar el impacto de las redes sociales sobre la democracia.
A través de una serie de afirmaciones que podrían calificarse de fake news, estas cuentas hicieron un esfuerzo puntual por dirigir e influenciar el debate en torno al accidente ferroviario que se registró a principios de febrero en East Palestine, Ohio.
Atendiendo a intereses particulares, estas cuentas se dieron a la tarea de exagerar el impacto del accidente, sobre todo en lo que respecta a posibles efectos sobre la salud de los residentes a causa del derrame químico que resultó del accidente.
Asimismo, se hicieron eco de acusaciones de republicanos por lo que se considera una mala respuesta por parte del gobierno estadounidense, presidido por el demócrata Joe Biden.
El fenómeno de fake news no es ninguna novedad en redes, y menos en esta plataforma, que junto a Facebook fue investigada por su presunto involucramiento involuntario en los resultados de las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016.
Es justo este antecedente lo que ha puesto la mira sobre la situación reportada por AP, pues existe el temor de que Rusia esté buscando, otra vez, la forma de interferir sobre las elecciones y otros procesos estadounidenses.
Quizás lo más preocupante de todo esto es el papel que ha jugado el nuevo sistema de verificación implementado por Musk en Twitter para facilitar lo que se ha denominado propaganda antiestadounidense en su propio terreno.
A veces las ideas “revolucionarias” no son tan buenas como lucen en papeles. Los dolores de cabeza provocados por el cotejo de verificación en Twitter bajo Musk son un buen ejemplo de esta realidad.