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Los riesgos de explayar nuestra vida privada en redes sociales
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Los riesgos de explayar nuestra vida privada en redes sociales

Las redes sociales son un campo minado: todo lo que publicamos, por banal e insignificante que sea, se convierte automáticamente en una clave de nuestra personalidad, gustos y preferencias para compañías y personas cuyo trabajo es justamente recolectar data, analizarla y ajustarla a intereses muy particulares.

Los frutos de este trabajo, constante y silencioso, los vemos a diario en la forma de anuncios que, como por arte de magia, se acoplan perfectamente a nuestras necesidades del momento.



¿Será que me están espiando sin yo saberlo? La respuesta, lamentablemente, es que sí, y no siempre con fines tan inofensivos como el caso de publicidad que hasta cierto punto podría resultar beneficiosa según las circunstancias.

El ejemplo más claro de que es una mala idea exponer cada detalle de nuestras vidas lo estamos viendo esta semana. Facebook, posiblemente la red más grande a nivel de usuarios, está bajo fuego por haber permitido la minería de datos de alrededor de 50 millones de cuentas a una compañía llamada Cambridge Analytica para fines de propaganda política.

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Estos sitios no son tan inofensivos como pudieran parecer

El escándalo ha sido tal que las acciones de Facebook ayer bajaron alrededor de 7 por ciento, tendencia que se ha mantenido este martes a medida que continúan las investigaciones del caso. El hecho de que están aun frescas las acusaciones de propagación de noticias falsas de manera deliberada por esta y otras redes, así como su vinculación con la alegada trama rusa que infiltró las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016, en nada ayudan a la causa.

Lo que ha pasado

El caso Cambridge Analytica es digno de analizar y tomar en cuenta a la hora de usar cualquiera de estas redes sociales, y, sobre todo, debería llamarnos la atención a nivel individual en lo que respecta a proteger nuestras cuentas de la vista y alcance de predadores que no juegan limpio y que llevan todas las de ganar aun cuando sean capturados.

Veamos. Lo de Cambrdige Analytica podría resumirse en un caso masivo de ingeniería social ejecutada de la manera más tonta y fácil posible: una compañía con acceso a una cantidad inusitada de datos aprovechó el momento para crear un algoritmo capaz de no solo predecir cómo una persona votaría, sino de influenciar el resultado final.

Manos a la obra, y todo apunta a que formó parte del repertorio de la campaña de Donald Trump, que por demás, según se alega, tuvo empuje ruso. ¿Cómo obtuvo Cambridge Analytica acceso a estos datos? Todo se remonta a 2014, cuando Facebook dio permiso a un psicólogo de la Universidad de Cambridge, Aleksandr Kogan, para conducir un estudio de personalidad entre 270 mil de sus usuarios, con acceso a los datos de sus amigos y conocidos.

Los participantes en este estudio, que recibieron un pago a cambio, jamás pensaron que por llenar un cuestionario iban a comprometer la data de 50 millones de personas, con posibles resultados directos no solo en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, sino también en la campaña por el Brexit en Reino Unido. Kogan vendió la data -presumiblemente sin permiso- a Cambridge Analytica, y el resto de deduce por sí solo. Lo más grave del caso, al menos para Facebook, es que la compañía tuvo conocimiento de esta “violación” en 2015, pero no dijo ni hizo nada.

¿Qué cambió? Que siempre hay gente dispuesta a hablar, ya sea buscando cámara o en represalia. Lo peor de esta historia, sin embargo, es la aparente complicidad de Facebook al permitir minería y extracción de datos a nivel profundo sin prever o percatarse de los posibles usos indebidos a los que podían someterse. Para agravar aun más la mala percepción en torno a esta plataforma ahora sale a relucir que dieron acceso sin límites a quienes trabajaron la campaña de Obama en 2012 solo porque simpatizaban con la causa.

El público también tiene parte de la culpa. Aun cuando se viene advirtiendo hace años de los peligros de explayar cada detalle de la vida privada, la gente no hace caso. Por estar compitiendo con sus amistades y conocidos a ver quien tiene más o cual se divierte más son muchas las historias de horror desencadenadas, desde trabajos perdidos por inconducta hasta robos y matanzas. Todo por dar demasiada información.

Y para finalizar, un dato que podría resultar escalofriante: para ejercer ingeniería social y cualquier otra forma de manipulación a través de redes sociales no hay que hurgar muy profundo: con lo que compartimos a diario, de manera abierta, y sin pensar mucho en configuraciones de seguridad, es más que suficiente.

Las redes sociales distan mucho del concepto inocuo de hace unos años, cuando la idea era reconectar con viejas amistades. Ahora estos lugares dictan la forma en que pensamos y deciden, atento a algoritmos, cuáles son los contenido que vale la pena enseñar, muchas veces ensalzando lo que no aporta.



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AUTORA

ROCIO DIAZ

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