Vivimos tiempos muy extraños, y no necesariamente por la pandemia, aunque, en cierto modo, esta situación ha ayudado a exacerbar algunos fenómenos típicos de esta era digital.
Producto de la pandemia, por ejemplo, la videosocialización, con todos sus inconvenientes, se ha vuelto más que una tendencia. De igual forma, el teletrabajo es ahora la norma, matando de paso la necesidad de comprar ropa bonita o incluso de salir a la calle a lo que sea.
Tiempos raros por el lado de la cotidianidad, pero no nos referimos a eso. Hablamos de cosas como el efecto GameStop, que el otro día puso patas arriba a Wall Street, o la nueva modalidad de fotos antiguas con movimiento que ha puesto de moda My Heritage con su servicio “Deep Nostalgia”.
Si a esto sumamos que en 2021 las criptomonedas han repuntado, que el deplatforming sigue amenazando y que la sensibilidad está a tope, tenemos en nuestras manos un año extraordinario en tendencias y fenómenos, y dado que apenas estamos en marzo, todavía falta mucho por ver.
Resulta que, de repente, hay gente pagando un buen dinero por el derecho a ser propietario de GIFs, videos y otros elementos digitales que pudieran considerarse “arte”.
Ser propietario de una obra de arte y pagar cientos, miles, y hasta millones de dólares, no es algo nuevo, pero cuando se trata de piezas que están libremente disponibles en la Internet, compartidas, copiadas y pegadas hasta la saciedad, la cosa toma un giro distinto.
Estas piezas digitales tienen un nombre: NFTs, las siglas de “Non-Fungible Tokens”, algo así como piezas irremplazables o imposibles de ser intercambiadas manualmente.
Si de eso se trata, ¿qué tienen que ver los GIFs y demás inventos digitales con NTFs? Es un poco difícil de explicar, sobre todo porque guarda relación directa con Ethereum -la plataforma de la criptomoneda Ether- y su blockchain.
Para que tengan una idea de como va la cosa, hace unos días la famosa animación Nyan Cat, que este año cumple diez años de creada, se vendió en más de 548,000 dólares.
Nyan Cat, al igual que otras piezas consideradas NFTs, están disponibles gratuitamente en la internet: una búsqueda en Google ofrece imágenes, GIFs animados y hasta videos, incluyendo uno subido por su creador en YouTube. ¿Dónde reside su valor entonces? Aquí se pone interesante el tema: autenticidad.
Quienes deciden invertir Ether en NFTs pagan por ser propietarios del original mediante un sistema de subastas. Esto es una buena noticia para artistas que se han visto afectados por una economía digital donde música, ilustraciones, fotos y demás suele conseguirse prácticamente de gratis a través de copias, robos y atribuciones.
Cualquier cosa que pueda certificarse como auténtica califica de NFT y puede generar un buen dinero a su creador. Muestra de ello es que Jack Dorsey, el fundador de Twitter, puso su primer tuit -certificado y firmado- a la venta el pasado viernes, y ya las ofertas andan por los 2.5 millones de dólares. Dorsey ha anunciado públicamente que, una vez subastado, donará los fondos a una causa.
Ending this March 21st
Will immediately convert proceeds to #Bitcoin
And send to @GiveDirectly Africa Response
— jack (@jack) March 9, 2021
Los NTFs, pese a la alharaca del momento, no son nada nuevo. en efecto, podría decirse que existen desde 2018, siendo quizás el primer paso un peculiar juego llamado Cryptokitties, el cual usa Ethereum y consiste en intercambios de Ether en base a la crianza, colección y compraventa de gatos digitales de características únicas.
Para los interesados en explorar esta opción de los NFTs, sitios como Foundation, OpenSea y Valuables -esta última para vender tuits- participan en este nuevo mercado. Eso sí, mucho ojo: al igual que ocurre con la minería de criptomonedas, el intercambio de NFTs hace un consumo exagerado de recuros energéticos, con posible impacto sobre el medioambiente.