Dicen que con la comida no se juega, pero en cierto modo eso están haciendo algunos proyectos creativos que han surgido en los últimos meses inspirados en técnicas de impresión tridimensional, un concepto que resulta útil a varios niveles, incluyendo manufactura industrial.
Siendo el caso que ciertamente la impresión tridimensional abarata costos y acorta tiempos de espera en asuntos industriales, ¿cómo es que de repente se habla de su aplicación en comidas?
Inicialmente se visualizaban estas técnicas en la cocina para hacer frente a escasez de alimentos en escenarios futuristas que prevén el uso de insectos a modo de base proteínica en comidas consideradas sintéticas desde el punto de vista de los ingredientes. Aunque pudiera parecer extremo, hace unos años tanto la NASA como la Organización Holandesa para la Investigación Científica Aplicada (TNO) contemplaron esta posibilidad en vista de la presión que ejerce la población mundial sobre los recursos del planeta.
Quizás porque un escenario tan extremista aún no está tan cerca de hacerse realidad, o simplemente porque el arte encuentra formas de manifestarse, de un tiempo a esta parte han surgido ideas más creativas y hasta cierto punto tradicionales respecto al uso de impresoras tridimensionales en la cocina. Pizza, pasta, galletas, postres de chocolate y básicamente cualquier cosa que pueda hacerse en capas puede prepararse con ayuda de estas impresoras, las cuales hacen una presentación artística a nivel de formas, colores y texturas.
Partiendo de esta particularidad podría decirse que la evolución del enfoque ha sido hasta cierto punto natural. La cocina es creatividad, y estas impresoras ofrecen una oportunidad única de ponerla de manifiesto. Un buen ejemplo de esto lo ofrece Food Ink, un restaurante conceptual pop-up que lleva su experiencia futurista por varias ciudades, la mayoría de ellas ubicadas en Europa.
Contrario a lo que pudiera pensarse, la impresión tridimensional de comidas ni es fácil ni sale barata. Las máquinas, altamente especializadas para los fines, son caras, y muchas veces están hechas a la medida. Hay también limitantes respecto a los ingredientes que pueden utilizarse, los cuales deben ser suaves y fáciles de procesar. Aún así, la creatividad está a la orden del día, y más proyectos pop-up surgen, como es el caso de nūfood en Reino Unido, que actualmente tiene una campaña en Kickstarter para recaudar fondos.
A diferencia de Food Ink, donde todo -inclusive el mobiliario- es impreso, nūfood hace una fusión de cocina tradicional e impresa con inspiración en conceptos abstractos y experimentales dados a conocer por chefs como Ferrán Adrià, del famoso restaurante El Bulli (ahora cerrado).