Hace alrededor de tres años empezó a plantearse la idea de usar robots para entregas a domicilio, con énfasis principalmente en la industria de la comida rápida.
Una de las primeras propuestas en ponerse a prueba en ese sentido fue la de Starship Technologies, que unió esfuerzos en Reino Unido con Just Eat para desplegar una flotilla de robots autónomos que, provistos de ruedas y GPS, prometían hacer entregas en un tiempo menor al de un humano tradicional, ofreciendo de paso una oportunidad de recortar costos.
La idea de robots para entregas siguió creciendo, expandiéndose más allá de la entrega de comidas de cadenas como McDonald’s para contemplar compras del supermercado, paquetes de pequeño volumen y hasta correspondencia. Una variante de estos robots también se vio en el tema de almacenes y logística, siendo la francesa TwinswHeel un ejemplo de ello.
Aunque prácticos, los robots representan un reto en términos de última milla al carecer de extremidades, y por ese motivo quizás no son tan populares, aparte de que no todos los establecimientos están en la disposición o capacidad de hacer la inversión correspondiente.
De robots pasamos a drones, un concepto novedoso y llamativo en el que compañías como Amazon, Alphabet y Uber han incursionado con diversas pruebas piloto en lugares usualmente remotos.
Si los robots representan un reto, los drones -con sus limitantes de capacidad de carga, tiempo de vuelo y manejo de obstáculos- lo representan aun más, pero el interés sigue vigente por un tema de tapones, logística y hasta practicidad.
La visión de los drones en entregas de paquetes -no solo comida- ha avanzado tanto que se habla incluso de una nueva categoría de “drones cargueros” que son de un tamaño considerablemente mayor a de los drones que estamos acostumbrados a ver revoloteando por los aires, siendo mucho mayor tanto la capacidad de carga como la altura que pueden alcanzar y la distancia (en minutos) a recorrer. Comparados a opciones de transporte de carga tradicional, la principal ventaja de estos drones es una huella de carbono reducida. Actualmente trabajan en este concepto compañías como Elroy Air y Natilus.
Volviendo a los drones compactos, estos tendrían un uso puntual en entregas de comidas y otros paquetes de bajo volumen. La gran pregunta que se hacen las empresas interesadas en desarrollar la idea es, ¿cómo hacerla factible y funcional en cada etapa del proceso? Los drones, aparte de tener una vida útil limitada en el aire (por batería), pueden tener problemas al aterrizar en terrenos no del todo adecuados o bien enredarse en árboles o tendido eléctrico.
Para sortear los retos de los drones, Uber propone una solución que involucra una flotilla de vehículos, preferiblemente autónomos, siendo la idea que el dron vuele hasta un vehículo ubicado lo suficientemente cerca del destino final y que deposite en la capota -previamente acondicionada para los fines- el paquete que lleva. De esta forma el autónomo se encargaría de completar la entrega hasta la última milla.
Esta propuesta de Uber fue presentada junto con otras ideas en la cumbre Elevate realizada en junio pasado. De momento la compañía hace los aprestos para iniciar pruebas en San Diego, inicialmente aprovechando a conductores de Uber Eats que ya estén de servicio en la calle.
Según Uber, el uso conjunto de drones y vehículos autónomos en entregas a domicilio podría llevar el proceso del promedio actual de 21 minutos a 7. ¿Será realmente así? Esperemos a ver qué resultados arrojan las pruebas.