Desde manufactura en serie y asistencia en delicadas operaciones médicas hasta cobro de peajes y servicio al cliente por teléfono y presencial, a veces da la impresión de que no hay límite respecto a las tareas que un robot puede desempeñar, con el agravante de que ahora la tendencia es hacia modelos ultrarrealistas en lo que respecta a imitar el aspecto humano.
Bien podría decirse que Japón lidera en este asunto de robots de aspecto humano tan realista que pueden confundir, y quizás el mejor ejemplo de esto sea la serie Geminoid del profesor Hiroshi Ishiguro. Ni siquiera Sophia, la primera robot en ser ciudadana reconocida de un país -en este caso, Arabia Saudita- tiene un aspecto tan realista, agravado quizás por su capacidad de intimidar, tal como se vio en una famosa entrevista donde habló de exterminar a la humanidad.
Siguiendo con el tema de los robots y sus capacidades, lo cierto es que cualquier tarea mecánica, incluyendo cocinar alimentos en serie, estas máquinas descuellan, mostrando un nivel de agilidad, fortaleza y rapidez que supera a cualquier humano.
Donde los robots no parecen destacar tanto, sin embargo, es en arte, una tarea que de mecánica no tiene mucho, siendo más bien un producto de la creatividad y la destreza con las manos, ya sea para pintar, dibujar, escribir o tocar instrumentos musicales.
En este punto es importante recordar que los robots son máquinas programadas para hacer ciertas tareas, lo que significa en principio que son flexibles: en cualquier momento la programación puede cambiar, ya sea para aumentar el nivel de eficiencia o simplemente cambiar la forma de hacer las cosas. De igual forma, se pueden programar nuevas funciones, siempre y cuando la estructura externa esté habilitada y adecuada para ello.
El tema de los robots igualmente va muy de la mano con inteligencia artificial, y, como ya hemos visto, esta es una tecnología tan dinámica que ella por sí sola es capaz de hacer y replicar arte en base a la información suministrada durante su proceso de aprendizaje. Es así como llegamos hasta Ai-Da, la primera robot artista en hacer acto de presencia, contando con su propia plataforma online y con una exposición física que tomó lugar desde el 12 de junio hasta el 6 de julio de este año en Oxford, Inglaterra.
Ai-Da, por supuesto, tiene aspecto humano, y cuando está vestida con ropas que ocultan su entramado metálico y de cables podría engañar a los miembros del público, aún sea momentáneamente. Que esta robot haya tenido su propia exposición, fruto de una colaboración entre las universidades de Oxford y Leeds y otras entidades y personalidades, es una hazaña que muchos artistas ya quisieran lograr. Sin embargo, lo verdaderamente impresionante en este caso la versatilidad y originalidad del arte resultante.
El proceso creativo de Ai-Da comienza con lo que tiene en frente. Ya a partir de ahí es capaz de hacer dibujos a lápiz -con estilo propio-, pinturas y hasta esculturas en bronce. el hecho de que con cada creación el arte va evolucionando es algo fascinante que refleja la verdadera naturaleza dinámica de la inteligencia artificial, así como de su potencial.
Los creadores de Ai-Da no ven a la inteligencia artificial como una amenaza a artistas; más bien se trata de un sentar las bases para un entorno de colaboración que refleje de paso la realidad compleja de este tiempo. Siendo el caso que esta tecnología se hace cada vez más omnipresente a nivel colectivo e individual, quizás lo mejor que hagamos sea abrazarla y sacarle el debido provecho, sin que nos maltrate o nos lleve al abismo.