¿Nepotismo, amiguismo o simple arrogancia? Se reporta que la Administración Federal de Aviación (FAA) de los Estados Unidos está planeando cancelar un contrato de 2.4 mil millones de dólares con Verizon para adjudicarlo a Starlink.
En la superficie, la movida es una que parece hacer sentido porque el objetivo es modernizar un sistema de comunicaciones que sirve de base al sistema de control de tráfico aéreo de los Estados Unidos., y se supone que Starlink ofrece soluciones más avanzadas por su trabajo con satélites.
También puede leerse como el triunfo de lo nuevo y moderno sobre lo viejo y tradicional, algo que, a menudo, se interpreta como la transición a otra era más fresca y democrática.
Sin embargo, la movida que planea hacer la FAA es riesgosa y controversial por causa de una figura clave: Elon Musk.
Starlink, para quienes no lo recuerdan, es uno de los muchos proyectos de Musk, y Musk es, a su vez, pieza importante del gobierno estadounidense tras haber sido nombrado como cabeza del departamento de eficiencia gubernamental (DOGE).
Quiere decir, entonces, que hay un serio conflicto de intereses con este potencial traspaso, y la delicadeza de esta situación no ha pasado desapercibida.
El contrato con Verizon data de 2023, y Musk, fiel a su estilo disruptivo y abrasivo, empezó en días recientes a atacar a Verizon al afirmar que el sistema no funciona y que pone en riesgo las vidas de millones de pasajeros.
Tan lejos ha llegado el asunto que se reporta la presencia de empleados de SpaceX, la compañía a la que pertenece Starlink, dentro de la FAA. Por supuesto, todo respaldado por DOGE.
Para nadie es secreto o sorpresa que Musk parece estarse beneficiando a varios niveles gracias a su posición dentro del gobierno estadounidense y el apoyo profesado a Trump desde antes de este ganar, sin embargo, en algún punto debe ponerse un límite.