Este miércoles 3 de julio, por segunda vez en lo que va del año, millones de personas en todo el mundo experimentaron problemas variados en las plataformas de Facebook, con reportes de dificultad para compartir fotos y videos por WhatsApp y hacer lo propio en Instagram y el propio Facebook, extensivo al Messenger.
¿Qué pasó? La excusa oficial guarda bastante similitud con la ofrecida en marzo pasado, cuando ocurrió el primer apagón colectivo en las plataformas de Facebook: un mantenimiento de rutina a los servidores desencadenó una situación que probó ser catastrófica y hasta preocupante para una parte importante de los usuarios de estos servicios.
Como suele ocurrir en situaciones de este tipo, la gente aprovechó otras plataformas -con Twitter a la cabeza- para desahogarse y especular respecto a las posibles causas del apagón. En marzo pasado se hablaba insistentemente de un ataque DDoS, versión que fue negada por Facebook, y en esta ocasión, al tratarse del segundo apagón en menos de 4 meses, el tono cambió hacia un tema de integración profunda que en realidad se viene discutiendo desde hace varios meses.
En efecto, la posibilidad de que el apagón de marzo obedeció a la integración profunda de Facebook, WhatsApp e Instagram anunciada por ejecutivos de la empresa en enero pasado fue algo ampliamente debatido. Tal como sucedió con la teoría del ataque DDoS, esta fue rotundamente negada por Facebook, que se limitó a achacar los problemas experimentados a un cambio de configuración en los servidores.
¿Oculta algo Facebook? Dada la naturaleza poco ética de esta compañía, hace sentido que el público usuario de sus servicios sienta que estos apagones no son del todo inofensivos y que algo se está cocinando, sobre todo ahora que se habla de Project Libra y los ambiciosos planes de Facebook en términos de “inclusión financiera”.
Quizás lo más curioso de estos apagones colectivos de Facebook sea la manera en que la gente suele reaccionar, siendo “histeria” la mejor manera de describirlo.
Aunque podría lucir exagerado, sobre todo para generaciones más viejas, hay más de una razón por la que se reacciona con pánico e histeria ante un apagón de Facebook: por un lado, WhatsApp es el servicio de mensajería y comunicación más usado en todo el mundo, inclusive haciendo las veces de herramienta de servicio al cliente para negocios, y por el otro, Facebook e Instagram hacen las veces tanto de plataforma de marketing como de negocios para millones de empresas y emprendedores en todo el mundo.
El apagón de ayer es tan solo una muestra de hasta qué punto Zuckerberg y su conglomerado tienen control sobre la humanidad. Es también una muestra de como la gente se malacostumbra a las cosas, pues a veces olvidamos que la mayoría de estos servicios son gratuitos en el sentido de que no pagamos dinero por su uso y hay por tanto poco que reclamar en realidad.
Podría decirse que la histeria es un reflejo de la cultura de rebaño que permea las redes sociales, sobre todo porque una parte importante de quienes lloraban o se quejaban por el apagón le dan un uso de carácter personal a estas redes. Ya quienes le dan un uso profesional tenían razones legítimas para preocuparse, pero de todas formas hay que recordar que la vida está llena de imprevistos, y los negocios no son la excepción.
La principal lección que puede sacarse de este suceso es una muy obvia: no se pueden poner todos los huevos en una misma canasta. Este es un refrán muy común en finanzas, pero en realidad aplica a muchas cosas, y esta es una de ellas. Depender de un mismo suplidor para todos los servicios siempre será una mala idea, y en parte esta es una de las razones por las que gente como la senadora estadounidense Elizabeth Warren insisten separar o dividir a Facebook (y otras) en varias entidades independientes.