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Cuando la “desinformación” no es, en efecto, desinformación
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Cuando la “desinformación” no es, en efecto, desinformación

Vivimos tiempos truculentos en lo que respecta a la veracidad y validez de la información que consumimos: las “fake news” invaden hasta los medios que gozan de mayor prestigio, mientras que los escándalos éticos salpican a los más connotados y celebrados periodistas.

¿Qué está pasando? ¿De dónde sale esta crisis? Se ha querido señalar a las redes sociales como culpables del fenómeno, y aunque no han dejado de contribuir a la situación, al final del día somos todos en conjunto los culpables.

Inicialmente se quiso vender la idea de que las redes sociales estaban diseñadas para dar voz y cabida a quienes normalmente no la tendrían en medios más estructurados, como es el caso de radio, televisión y la prensa tradicional escrita.

No todo es diversión en redes sociales

Las redes, con su estilo inmediato, informal y de alcance munidal, ciertamente han cumplido con este rol, no sin antes desvirtuarse al punto de que hoy se nos hace difícil discernir entre qué vale la pena y qué es mejor desechar, pues entre influencers, impostores y demás nos vemos arropados de fake news, mentiras y desinformación por un tubo.

Con las cosas salidas de control, con todo el mundo opinando de todo con una autoridad inmerecida, vinieron las redes a querer poner algún orden a través del mecanismo de la censura, y esto nos lleva a la situación que nos sirve de título para esta entrada.

¿Qué, exactamente, califica de “desinformación”? El diccionario Oxford ofrece dos definiciones para “desinformación”. Una de ellas dice “falta de información”, mientras que la otra dice “información errónea que se da, generalmente, de manera intencionada.

Como puede verse, la definición de lo que es “desinformación” es un tanto vaga, abierta a interpretación, y tiene muchos matices.

Puede ser que algún funcionario, ejecutivo o autoridad competente brinde información incompleta adrede, en atención a intereses particulares, y que un medio la publique. Esto podría ser un caso de desinformación, con consecuencias variadas. Ahora bien, ¿cómo llegamos a esa conclusión?

Combatir la desinformación no es tarea fácil y va mucho más allá del enfoque simple de censura que las redes han querido imponer a través de etiquetas, advertencias y suspensiones a cuentas.

Hay ocasiones en que la “desinformación” no es desinformación como tal, sino información que difiere o disiente de posturas consideradas oficiales, y eso es un punto serio de conflicto cuando se intenta censurar para favorecer presiones de organismos gubernamentales o de índole oficial.

Este último comentario viene motivado por la más reciente tanda de los “Twitter Files” o archivos Twitter, los cuales se concentran en esta ocasión en la oleada de censura que hubo en plena pandemia contra cualquiera que osara emitir una opinión contraria o negativa hacia las vacunas para la COVID-19.

No importaba que quien emitiera la opinión estuviese calificado para ello o que se basara en información consderada oficial: automáticamente venían las etiquetas y advertencias en lo que se suspendía la cuenta, todo bajo la presión de las autoridades del gobierno estadounidense de turno (ocurrió bajo Trump y Biden).

La consecuencia de esa acción, que parecía tener el fin noble de erradicar la desinformación y las fake news en torno a COVID-19, fue que el debate se hizo prácticamente inexistente, alimentando, de paso, los temores y desconfianza de un público que siempre se mantuvo escéptico ante la pandemia.

Censurar por tener una opinión diferente o por demostrar que la autoridad podría estar errada es algo típico de una dictadura o de un régimen autoritario y no va con la supuesta democracia y libertad de expresión que se suele asociar con las redes sociales.

¿Será que estamos todos metidos de lleno en un ejercicio de control mental y nadie nos lo ha querido decir? ¿Hasta qué punto es desinformación “desinformación”?

La triste realidad es que las mentiras y manipulaciones en la prensa han existido siempre. Lo que no era quizás tan común es esta forma de censura moderna y masiva que se ve en redes.

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AUTORA

ROCIO DIAZ

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