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Tratando de entender la debacle OpenAI
Sam Altman

Tratando de entender la debacle OpenAI

De estar en el tope a ser una especie de hazmerreír. Esa es la realidad que hoy enfrenta OpenAI tras el sorpresivo y escandaloso despido de su CEO, Sam Altman, el pasado viernes.

Desde ese momento, OpenAI ha estado en la mira, acaparando titulares a todo dar y dando pie a las más variadas teorías porque, a todo esto, aún no se sabe a ciencia cierta la razón del despido de Altman.

Bajo el mando de Altman, quien es uno de los fundadores de OpenAI, la organización pasó de ser una entidad sin fines lucro a una compañía de ganancias limitadas.

Este cambio de estatus sucedió en 2019, y con ello vino una etapa de crecimiento para OpenAI que hasta hace unos días parecía imparable.

Después de todo, estamos hablando de la compañía  responsable de ChatGPT y de toda la tecnología que impulsa uno de los más impresionantes desarrollos de la inteligencia artificial para fines de consumo.

Sin temor a exagerar, la salida de ChatGPT hace poco menos de un año es la responsable directa del increíble auge que vive la inteligencia artificial en todas sus formas -sobre todo la generativa-, algo nunca visto en sus 70 años de desarrollo.

Para poner esta realidad en contexto, ChatGPT cuenta en la actualidad con alrededor de 100 millones de usuarios activos por semana y es utilizado por 92 por ciento de las compañías en el listado Fortune 500.

ChatGPT, recientemente reforzado por el desarrollo del modelo de lenguaje GPT-4 Turbo, no es el único producto o solución desarrollado por OpenAI: DALL-E, un generador de imágenes impulsado por inteligencia artificial, forma también parte de esta familia.

Según reveló Altman meses atrás, OpenAI va encaminada a generar mil millones de dólares en ganancias por año, gracias no solo a ChatGPT y DALL-E, sino a su integración cada vez mayor en el ecosistema Microsoft y otros desarrollos.

La increíble historia de éxito de OpenAI y su sitial de liderazgo en el terreno de la inteligencia artificial es lo que hace a cualquiera preguntarse por qué, cuando se ha alcanzado la cúspide, se saca de manera deshonrosa al CEO que lo ha hecho posible.

La razón oficial es tan vaga como absurda: la junta directiva de OpenAI siente que Altman no es lo suficientemente “sincero” a la hora de comunicarse con sus miembros, y eso llevó a lo que muchos medios estadounidenses describen como un golpe de estado.

Todo empezó en la tarde del viernes 17 de noviembre, cuando Altman recibió una petición de sumarse a una videollamada con miembros de la junta directiva de OpenAI. Para su sorpresa -y la de muchos otros, incluyendo los empleados de la compañía- fue despedido ahí mismo.

Lo que ha seguido al sorpresivo despido ha sido un verdadero caos: inversionistas y socios, con Microsoft a la cabeza, furiosos; empleados disgustados y, lo peor, una junta directiva titubeante que ha nombrado tres CEOs en apenas tres días.

Microsoft, que ha realizado inversiones millonarias en OpenAI que equivalen a un 49 por ciento de participación, ha sido, quizás el gran ganador de este lío.

En medio del caos, y conscientes de que metieron la pata muy hondo, la junta directiva de OpenAI hizo esfuerzos por traer a Sam Altman de vuelta. Al final del día, sin embargo, no fue posible, y este lunes Microsoft anunció que Altman estaría al mando de su nueva división de inteligencia artificial.

Significa, entonces, que Microsoft será ahora uno de los más fuertes rivales de OpenAI, cementando, a la verz, su posición de liderazgo en la implementación y desarrollo de soluciones de inteligencia artificial generativa.

Altman fue nombrado en Microsoft junto a otro exmiembro de la junta directiva de OpenAI, Greg Brockman, que renunció tras el deshonroso despido de Altman, pero la cosa no se queda ahí.

505 de los 700 empleados de OpenAI amenazan con abandonar la empresa y sumarse a las filas de Microsoft si no se trae a Altman de vuelta, según estipula una carta donde, además, se acusa a esa junta directiva de incompetencia.

Pero lo más curioso de todo es el giro en U que ha dado el miembro de la junta directiva de OpenAI señalado como el responsable de toda esta debacle: Ilya Sutskever, quien ahora se arrepiente de haber apoyado la expulsión de Altman.

Y al final, ¿qué fue lo que pasó? Los detalles aún no quedan muy claros, pero todo apunta a que fue una cuestión de moralidad provocada por el temor de que los avances de la inteligencia artificial se salgan de control y el convencimiento de que Altman va muy rápido en esa dirección.

OpenAI, con esta movida, que para colmo ha sido muy mal manejada, ahora queda en una especie de limbo. Muy lamentable, en verdad.

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AUTORA

ROCIO DIAZ

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